Por Gustavo Román. Director Propietario La Ribera Multimedio 

Culminó el proceso electoral en Río Cuarto, y el mensaje de las urnas tuvo tanta claridad que no dejó lugar a ninguna especulación antojadiza. Los riocuartenses acompañaron a una gestión que consideraron como muy positiva y en todos los distritos electorales de la ciudad, emitieron un voto de confianza al candidato que sintetizaba esa continuidad institucional.

Aun cuando los pronósticos previos auguraban un escenario distinto al que finalmente quedó plasmado, todo indica que la aprobación para el gobierno de Juan Manuel Llamosas fue muy amplia. La gestión del intendente saliente tuvo una consideración óptima por parte de una ciudadanía que leyó con absoluta inteligencia el escenario local y acompañó sin titubeos al oficialismo.

La participación de nuevos protagonistas de la política en el oficialismo, también aportó para que ese objetivo se cumpla. La mayoría de los sectores partidarios entendieron que el camino era la unidad con compromiso, así lo demostraron y el recorrido en el territorio fue el instrumento que consolidó este proceso.

Por último, hay que señalar que el gobierno de la provincia asumió un rol fundamental en la logística, la construcción estratégica y política de ese proceso. El gobernador quería que el gobierno municipal tuviera continuidad, por eso jugó muy fuerte en ese proceso. Y su rol fue definitorio a la hora de llevar adelante las últimas jornadas de campaña.

Por el lado de la estructura del radicalismo y sus aliados, en la campaña previa habían generado una muy buena expectativa con una labor atada a la militancia territorial, lo que hacía prever otro resultado en las urnas. Durante el desarrollo de la campaña todo indicaba un escenario de paridad.

El resultado final con los datos en la mano, demuestra que el golpe político sufrido por ese frente electoral, lo pone en un escenario de debilidad absoluta en el plano local. No tuvieron el acompañamiento de las bases históricas del tejido social e institucional, fueron derrotados transversalmente en todos los distritos de la ciudad y perdieron niveles de representación de manera preocupante. Apenas si lograron retener la primera minoría en el Concejo Deliberante.

Una situación que plantea de cara al futuro un profundo debate interno en el propio partido centenario, como así también en la forma de generar un recambio dirigencial donde hay algunos actores que deben comprender que su tiempo de conducción exige un impostergable paso al costado.

Pero el principal fracaso político es el que protagonizó el frente electoral encabezado por Adriana Nazario. Un papelón propio de quienes anteponen un personalismo poco convocante a una construcción colectiva y dinámica que contagie al electorado. Nazario fracasó, ella fracasó. Y mostró su peor cara como dirigente política y como conductora de un proceso colectivo.

Las urnas, la ciudadanía y las instituciones la pusieron en su lugar. Y con contundencia. No la apoyaron en ningún escenario. Una campaña que terminó siendo una mueca de mal gusto, con discursos y propuestas que atrasan, con una clara intención de anteponer posiciones personales a un proyecto colectivo que apueste al crecimiento de una ciudad y región, concluyó en un fracaso que le va a tomar mucho tiempo digerir.

Está claro que este no será su final político, porque su apuesta futura es integrar las listas de candidatos a diputados nacionales el año entrante acompañando las listas de Sergio Massa, pero teniendo presente que, en Río Cuarto, no tiene caudal electoral ni apoyo social.

El objetivo de los libertarios locales concluyó de manera exitosa, al obtener los votos necesarios para ocupar una banca en el Concejo Deliberante local. Una expresión política que aun cuando es minoritaria en la ciudad, encuentra niveles de representación institucional en un escenario donde un 8% del electorado entiende que las políticas nacionales son las que merecen una banca en nuestro parlamento local.

Hablaron las urnas y hay que respetar ese mensaje ciudadano.