Seguramente habrán escuchado o leído en alguna oportunidad sobre el Día de la Deuda Ecológica, que es el día del año en que la humanidad agota todos los recursos naturales que el planeta es capaz de producir anualmente.

Este año, el Día de la Deuda Ecológica llegó el 29 de julio, misma fecha que en el 2019. Es decir, que a partir de ese momento y hasta finales de 2021, estamos en déficit ecológico.

Esto surge a partir del estudio que realiza la Global Footprint Network (“Red de la Huella Global”), una organización dedicada a estudiar el impacto ecológico a lo largo y ancho del planeta, midiendo el uso de recursos ecológicos y la capacidad de recursos de las naciones a lo largo del tiempo. Se utiliza como base, aproximadamente 15.000 puntos de datos por país por año,calculando las Huellas de más de 200 países, territorios y regiones desde 1961 hasta el presente.

Si analizamos la evolución de la huella durante los últimos 50 años, podremos ver que la deuda se mantuvo en crecimiento hasta el 2020, que por el confinamiento global a causa de la pandemia del COVID-19 se redujo la actividad económica mundial, retrasando el día de la deuda al 22 de agosto. En el año 1970, la fecha fue el 29 de diciembre; en el 2000, el 23 de septiembre; en 2010, el 8 de agosto.

Sin duda alguna, los últimos 20 años representan un quiebre en la ecología, por el aumento de la explotación de los recursos, el incremento de la población mundial y los efectos del cambio climático.

Un dato realmente impactante, es la distribución de la deuda por países, donde podemos observar que los “primermundistas” mantienen altos niveles de huella, dejando como resultado que, hoy más del 85% de la población mundial vive en países con déficit ecológico.

¿Y en nuestra región cómo estamos? En Sudamérica, salvo Chile que opera con un déficit ecológico, el resto de los países son acreedores ecológicos, ya que su biocapacidad es mayor a la deuda, resaltando la zona de la selva amazónica como principal recuperador.

Ahora bien, ¿Qué podemos hacer desde las Relaciones Públicas en este sentido? Tal vez creamos que no tenemos mucho para hacer. Sin embargo, el aporte puede ser muy valioso. Realizar asesorías responsables para guiar a los líderes de grandes y medianas empresas, por el camino de la Responsabilidad Social con triple impacto, asumiendo voluntariamente un compromiso con la comunidad: Económico-Financiera, Medioambiental y Social. De esta forma se pueden motorizar acciones que permitan generar productos y servicios rentables, pero que, simultáneamente aporten a la solución de un problema de nivel mundial.

Si bien los grandes cambios se logran a través de políticas públicas, los invito a visualizar nuevas alternativas que nos lleven a un mundo más sostenible, pensando en el aporte que cada uno puede realizar desde su profesión, para que nuestras próximas generaciones puedan seguir disfrutando de este maravilloso planeta que habitamos.