Por Pablo Gustavo Díaz. Consultor político
La “polarización afectiva” está aumentando a nivel global y Argentina no es la excepción. Un fenómeno por el cual las opiniones públicas tienden a radicalizarse ubicándose en extremos opuestos, reduciendo el espacio para posiciones moderadas.
La consultora política Boliviana Ivanna Torrico, en su cuenta de ‘X’ se pregunta: “¿Por qué se radicaliza la gente?”, y responde “Porque por detrás hay un peso de razones justas que nadie quiso escuchar o fueron cancelados por mucho tiempo y en cuanto tienen a alguien con poder que hable por ellos, obvio que lo van a apoyar”.
A diferencia de anteriores dicotomías como las que protagonizaron el PJ-UCR en Argentina, PRI-PAN en México, Republicanos-Demócratas en Estados Unidos o el PSOE-PP en España, por mencionar solo algunos ejemplos, esta nueva dualidad ya no se da entre partidos políticos ni ideologías, sino entre causas del tipo “excluidos vs. privilegiados”. Por tal motivo, no es extraño encontrar a partidos antagónicos del pasado, como el PRI y el PAN mexicanos, aliados en las recientes elecciones presidenciales para enfrentar a un enemigo en común: el Morena de AMLO.
El término «afectiva» destaca que esta polarización no solo se basa en desacuerdos racionales o de políticas, sino en intensos sentimientos de desconfianza y hostilidad personal hacia los miembros del otro grupo. A diferencia de la polarización «ideológica», que se refiere a la divergencia en opiniones y creencias políticas, la polarización afectiva implica que las personas ven a sus oponentes no solo como incorrectos, sino como moralmente inferiores o enemigos personales.
Según el informe «The Hidden Drug» de Llorente y Cuenca, en los últimos cinco años, la polarización ha crecido un 39%. Hoy, uno de cada cuatro personas está expuesta a polarización extrema, y esa cifra podría duplicarse para 2040, alcanzando a la mitad de la población mundial.
Además del aumento del antagonismo, la polarización facilita la “segmentación de la información”. Las personas tienden a consumir información que refuerce sus creencias, ignorando las perspectivas opuestas, creando burbujas informativas.
Algunos atribuyen a la pandemia de coronavirus el incremento de la polarización afectiva, argumentando que revalorizó los discursos de odio de la ultraderecha. Sin embargo, este argumento es falaz.
El término «casta» fue popularizado en 2007 por el actor italiano Giuseppe Piero ‘Beppe’ Grillo durante su V-Day, una propuesta para impedir que políticos con causas por corrupción se presenten a elecciones. En 2011 se incorporó a la política española con el discurso de Pablo Iglesias, fundador del partido Podemos. Morena y AMLO en México, Grillo y el M5S en Italia, e Iglesias y Podemos en España han intensificado la polarización afectiva con su retórica populista mucho antes que la derecha de Milei, Bolsonaro, Trump o Meloni aparecieran en el escenario político.
Fotografía: Gentileza Revista Anfibia