Pablo Gustavo Díaz
Consultor en marketing político
«En las encuestas siempre gana el que las paga» supo decir a los medios una candidata a gobernadora poco favorecida por ellas. «Nuestras encuestas son propias, no de consultoras pagadas», explicó recientemente un candidato a intendente para justificar una intención de voto que dice tener contradiciendo todas las mediciones publicadas.
Existen varias razones por las cuales la gente se muestra escéptica o desconfía de las encuestas cuando muestran perdedores a sus candidatos o partidos preferidos. Una de ellas es el sesgo de optimismo, trampa mental de políticos y militantes que los lleva a tener una visión más positiva de su propia popularidad y posibilidades electorales. “El ojo del amo engorda el ganado” dice el refrán.
Otra razón puede deberse a una estrategias de campaña. Los candidatos suelen desacreditar las encuestas que los colocan como perdedores para mantener el ánimo y la motivación de sus seguidores y evitar que se desalienten o dejen de apoyarlos.
También podemos mencionar la ignorancia científica. Mucha gente sin conocimiento de estadística descree que se pueda arribar a un pronóstico global partiendo del análisis de una mínima cantidad de casos, aunque los mismos se ajusten fielmente al método de muestreo probabilístico estratificado por cuotas representativas del universo de estudio, que nos enseñó Gallup hace casi cien años y que la técnica ha ido mejorando desde entonces.
Y tampoco podemos obviar en este análisis de los escepticismos y desconfianzas las resonantes pifiadas producidas en muchos estudios, debido a errores de muestreo o simplemente a los cambios en la opinión pública.
Nadie está exento del error porque en análisis de comportamiento social la exactitud no existe. Las personas no son robots programables, tienes sentimientos y opiniones volubles. Por eso en cada estudio seriamente presentado a la prensa, las consultoras detallamos el margen de “error muestral” del mismo, que generalmente varía entre 2% y 5% como máximo.
Hay que tener en cuenta que las encuestas muestran una fotografía instantánea en el tiempo y el clima de opinión puede cambiar producto de los acontecimientos que lo afecten, produciéndose verdaderos “cisnes negros”.
Por este motivo los análisis políticos no deben hacerse en base a una sola encuesta (foto) sino a una secuencia de ellas (película) que más allá de los números puntuales que surjan de cada una mostrará una línea de tendencia, reflejando mucho más fielmente la realidad y permitiéndole al analista o divulgador de la misma una interpretación más fidedigna.