LA TRASTIENDA

En Río Cuarto, abunda el desconcierto

El triunfo del justicialismo y sus aliados en las elecciones provinciales de hace una semana, dejó a la coalición oficialista en estado de ebullición. Mientras persiste el conteo final después del papelón de la Justicia Electoral, el seguro gobernador electo, Martín Llaryora, le marcó la cancha al saliente, Juan Schiarettti, y se puso al hombro la campaña para retener la Capital en la compulsa del próximo día 23.

En la sede del Panal, el hasta ahora jefe político del PJ cordobés, se debate entre persistir con su proyecto presidencial, o recurrir a un plan B que sólo procure garantizar la elección de un par de diputados. Sobre todo, porque la presión de Horacio Rodríguez Larreta para que baje su precandidatura, se hace sentir cada vez con más fuerza.

Por si fuera poco, en Río Cuarto, la ola de votos de Juntos por el Cambio, en detrimento de las aspiraciones del intendente y cabeza de lista de legisladores, Juan Manuel LLamosas, ocasionó un tembladeral en las filas del Peronismo local, con pases de facturas, algunos intentos con  pedidos de renuncias, y como es una costumbre, todo tipo de apelaciones para cargar culpas en rodeos ajenos.

Pero, veamos la sucesión de acontecimientos.

El apriete a Schiaretti y el minuto cero de Llaryora

El apriete de Horacio Rodríguez Larreta a Juan Schiaretti para que se baje se sintió con fuerza esta semana, y seguirá en los próximos días.

En la mesa chica del gobernador, confirmaron tres aspectos: que la insistencia de los porteños existe, que Schiaretti sigue con su proyecto presidencial, y que luego de la elección en Córdoba Capital, se revisará el tema.

En tanto, el electo gobernador Martín Llaryora, después que deslizara una suerte de retiro para quien va a suceder en la provincia, se puso al hombro la campaña en la Capital para que su viceintendente, Daniel Passerini, le gane al radical Rodrigo De Loredo, y resulte electo el día 23.

Mientras tanto, también después que definiera públicamente que es parte de una nueva generación de dirigentes políticos “que arranca de cero”, y que “no tiene nada que ver” con los últimos 24 años de gestiones justicialistas en Córdoba, ratificó que lo que impulsará es la conformación de lo que denomina “el partido cordobés”, en relación a una nueva composición de los poderes en la provincia.

A todo esto, en el interior también, se mueve la dirigencia política. Como se sabe, más de 270 intendentes no pudieron ser reelectos (persistir con la re-elección indefinida), y ahora, la mayoría de ellos busca un lugar bajo el sol. ¿El dato saliente de las últimas horas?

No serán pocos las y los próximos ex intendentes que proyectan apoyar al precandidato de Unión por la Patria, Sergio Massa, aún cuando, no comulguen con lo que expresa la coalición oficialista nacional en Córdoba, bajo las figuras de la camporista Gabriela Estévez, y el histórico Carlos Caserio.

Cuando las culpas son ajenas

En la segunda ciudad de la provincia, siguen crujientes las estructuras del peronismo riocuartense. Todo parece un juego de infancias, con escondites y otras yerbas. Ahora resulta que todos son responsables, y al mismo tiempo, nadie en particular. Paradojas, si las hay.

En las filas que tutela el diputado nacional, Carlos Gutiérrez, tienen –curiosamente- el mismo diagnóstico que en los despachos del Palacio de Mójica, que responden al intendente Llamosas. Aseguran que la fuga de votos hacia la oposición y en detrimento de Hacemos Unidos por Córdoba, se debió, en particular, a un efecto de “nacionalización” en las expectativas de los electores.

Raro. Cargar las culpas a las políticas del gobierno nacional, suena a esconder la basura debajo de la alfombra, y peor aún, no tomar críticamente las riendas de la derrota y buscar responsabilidades donde no las hay.

Ojalá se produzca un sinceramiento en el PJ de la Capital Alterna, hay tiempo. De lo contrario, naufragarán definitivamente las intenciones del mismo Llamosas de proyectarse como dirigente provincial, y además, se extenderán los desaciertos recientes al cronograma electoral que terminará con la elección del próximo intendente, seguramente cuando finalice el primer cuatrimestre del año que viene.

La política, entre contextos y circunstancias

Cuando se aborda el análisis de los acontecimientos políticos, siempre nos surge la inquietud –al menos de quienes hacemos ésta columna- sobre el contexto y las circunstancias que dan sustento a aquellos hechos definidos como políticos.

Y muchas veces resulta práctico y esclarecedor dicho ejercicio, o cuando menos, altamente entretenido para observar en detalle aspectos políticos que, apenas vistos en modo general, simplemente se pierden.

Nos animamos a considerar en esta ocasión que la política y sus acontecimientos resultan en planos de cohesión y hermetismo extremo entre sus máximos exponentes, y llegan luego, en apagadas dosis de superficialidad a sus depositarios, las y los ciudadanos.

La elección de ésta provincia tuvo lugar hace una semana, y a la fecha, aún se cuentan votos para oficializar al ganador. Durante ese lapso –siete días-, los actores políticos, como si nada, prosiguieron su derrotero de armados y especulaciones; y del otro lado, la gente, en sus comunidades, viviendo y conviviendo con sus quehaceres y obligaciones cotidianas, lejos, pero muy lejos del cerco de la política y sus menudencias de poder a cuestas.

A regañadientes, tal vez, la sociedad cordobesa, acudió a las urnas y se expresó de manera contundente y crítica. Reconoció aciertos del oficialismo, y como un signo de época, repartió el poder. Con lo cual, todos los sectores tendrán de aquí en adelante, una cuota parte de responsabilidad.

Y los representantes, electos y en funciones, aún no muestran estar a la altura de la expresión popular y democrática, por más que existan atenuantes ya reflejados hasta el cansancio. Por eso, la modesta reflexión a la que aludimos, nos lleva, una vez más, a la exigencia desde estas líneas a mejorar la calidad de las acciones políticas. A poner empeño en la etapa que comenzará en diciembre próximo. Ese debe ser el desafío.

La política, como un boomerang, vuelve a veces con más virulencia de la esperada, y sobre todo en el Justicialismo.