Por Flavio E. Buchieri
Dr. en Economía. Profesor, investigador y consultor. Director Ejecutivo de El Club de Negocios.
www.flaviobuchieri.com

El repudiable y lamentable episodio ocurrido el pasado jueves contra la Vice-presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner (CFK), es la culminación de la decadencia cultural e institucional que vive el país desde hace varias décadas. Sostengo este punto de vista desde hace tiempo. Usted, estimado lector, tuvo la oportunidad de compartirlo en este espacio la semana pasada, cuando sostuve que el clima de violencia que vive el país requería de un amplio consenso entre los principales actores políticos para encauzar al mismo en un sendero de crecimiento y desarrollo sostenible. Como lo hizo España en 1978, tras la firma de los famosos Pactos de la Moncloa.

Hay coincidencia, en múltiples espacios, sobre la existencia de un clima de violencia generalizado que se ha instalado hace ya varios años en el país, donde el intento fallido -afortunadamente- del magnicidio contra CFK es resultado de dicho proceso. Donde propios y extraños han debilitado hasta tal punto el cuadro institucional del país que hoy se requiere de un “barajar y dar de nuevo” porque es precisamente la reconstrucción de las instituciones lo que el mismo requiere.

Es que el centro del problema reside en que cada actor, en nuestro país, confunde sus roles institucionales con los personales. Y, cuando los segundos están en riesgo o son cuestionados, los primeros acusan impacto de esta situación. “Se inmolan para salvar a la persona”. Esta queda a salvo; las instituciones sufren y se debilitan. El caos encuentra así una supuesta justificación para lo que cree es su reivindicación.

Voy a darle un ejemplo de ello. El Presidente Alberto Fernández, en su discurso por Cadena Nacional el pasado jueves, al momento de decretar el Feriado Cambiario para que la sociedad pudiera darle su apoyo a CFK, acusó a los jueces, periodistas y a la oposición por la situación generada. Una vez más, Alberto Fernández desoye las funciones que involucran su cargo. El Presidente tiene que garantizar el orden para todos. Y, al mismo tiempo, como cabeza de uno de los poderes del Estado, debe respetar el reparto de los poderes públicos en defensa de la República. Si algo falla, los propios mecanismos de defensa y control que tiene la sociedad argentina deberían actuar en consecuencia.

¿Por qué, entonces, tomar partido por posturas que son personales cuando las mismas siguen su cauce esperado?. Hago alusión aquí a que, para el gobierno, el clima de violencia que vive el país es el mismo al que está sometido el  kirchnerismo y donde, el juicio que enfrenta CFK es producto de los poderes concentrados y sus periodistas pagos. Más allá que esto sea –o no sea- asi, ¿no era el momento para”dar vuelta la página” y “poner la otra mejilla”, como, supuestamente, el momento ameritaba? ¿No habría, este acto de grandeza, galvanizado a la oposición en un sincero y requerido acto de alineamiento contra el atentado a la Vice-presidenta? Se estigmatiza al odio; pero se lo expone para seguir profundizando la grieta.

Los sesgos del Presidente -entre otros actores de su espacio-, en cuanto a la lectura del acontecimiento, le restan legitimidad así a la convocatoria al consenso que formula. La unión no se promueve a partir del odio; se práctica por medio de una convocatoria honesta, amplia y de buena fe. ¿Por qué no dejamos, entonces, que los resortes repartidos del poder, entre ellos, la justicia, actúen en consecuencia? Si no hay justicia, nadie tiene interés en la convocatoria. Habrá seguro una “foto” para protocolarmente “quedar bien”. Pero es necesario mucho más aún.

Hay otras facetas también que el magnicidio fallido habilita para una primera lectura. Y aquí los voy a enumerar:

  1. En primer lugar, lo ocurrido en la puerta de la casa de CFK muestra, por un lado, el impacto que tiene que la toma de las calles por parte de los militantes y simpatizantes a la Vice-presidenta en defensa de su líder. ¿Alguien pensó en los vecinos? Por otro lado, ¿no se dieron cuenta antes que algún hecho de violencia iba a ocurrir con tanta gente agolpada en Montevideo y Juncal? ¿Alguien quería un muerto en dicha esquina? ¿A quién se lo iban a contabilizar?
  2. Por otro lado, el kirchnerismo seguro va a tener que hacer una revisión de lo que implica la gestión y administración de las personas en las protestas callejeras. Los que alegan motivos para tomar las calles tienen, seguro, razones válidas. Pero también el resto de la sociedad está cansada del cercenamiento de sus derechos básicos. Tanto tiempo de protesta “crespa los nervios”.
  3. También el kirchnerismo va a tener que repensar la estrategia de vinculación de su líder con sus seguidores. CFK muestra siempre profundo afecto para con ellos. Pero esto, como fue demostrado, es altamente riesgoso. La propia Vice-presidenta deberá estar más atenta a los protocolos de seguridad que le establece la custodia provista por la Policía Federal. Tuvo suerte, pero no hay que jugar con ello.
  4. La economía y las expectativas también promueven el clima de malestar. El ajuste llegó de la mano de Massa, con el aval de la propia CFK. Lo que el ciudadano medio asiste por las noches, cuando llega a su casa tras un agitado día y enciende su televisor, parece ser parte de un escenario donde él siente que no forma parte. Nadie entiende y/o resuelve sus problemas. Su salario está siendo devorado por la inflación. Y tendrá que pagar tarifas más caras, amén de otros costos que hoy tiene vivir en Argentina. Los políticos, en su visión, están entretenidos en sus cuestiones y, por ende, no le prestan atención. Y, menos aún, le dicen cómo se soluciona este problemón. ¿No es esto también un clima de violencia y crispación? ¿No es responsable el gobierno y las fuerzas políticas por lo que está pasando?
  5. Fue altamente positivo que casi todo el arco político opositor mostrara racionalidad y solidaridad para con la propia damnificada. Es lo que corresponde. Pero, hasta el momento de redacción de esta columna, los silencios de varios líderes de la oposición fueron llamativos. Prueba de ello fue la postura que la oposición, en concreto, Juntos por el Cambio, tuvo para con la Sesión Especial del Congreso que se organizó al efecto: dio quorum pero luego se retiró del recinto. ¿No era momento para acordar otra resolución compartida?
  6. Sí es para aplaudir el tweet emitido por Antony Blinken, Secretario de Estado de los Estados Unidos, al condenar el episodio y exponer el total apoyo de la Administración Biden al momento que vive CFK y el país. Esto es para lo que especulan con maniobras conspirativas del imperio!!!
  7. Si el odio sigue estando en todas partes, ¿No hay incentivos a que los sectores radicalizados de cada espacio, se vuelvan más agresivos?.

¿Qué es lo que queda de esto? Si el pasado reciente se consolida, lo que nos espera es el oportunismo conveniente acerca de quien capitaliza, electoralmente, las marchas en repudio al atentado a CFK. Pero, si miramos hacia atrás, hay que aprender de la historia para encontrar otras salidas. Y es aquí donde quiero poner la lupa hoy en día. Durante el Gobierno del Dr. Alfonsín, diferentes revueltas militares prometían minar y/o debilitar aún más su castigada administración. En el levantamiento carapintada de Semana Santa, en el año 1987, Antonio Cafiero no dudó en acompañar al Presidente frente a la sociedad y en contra de los revoltosos. Y eso que Cafiero era un  férreo opositor. El país, porque estaba unido, supero esa crisis. Y las que vendrían.

El gesto de Cafiero (y el peronismo, que estaba en la oposición) es lo que hoy se requiere. Si Alberto Fernández admira, como lo ha dicho, al ex Presidente Raúl Alfonsín, debería imitar más sus acciones. Como también el propio oficialismo. Y, por supuesto, la oposición. Es momento, de nuevo, para una amplia reflexión. Porque todos están pensando en las elecciones del año que viene. El magnicidio fallido alerta por otras cuestiones estructurales. En ellas reside la vida y la esperanza de los argentinos por un futuro mejor.