Sandra Choroszczucha – Politóloga y Profesora de la UBA

Si uno compara a Javier Milei con Carlos Menem suela atinado. Ambos presidentes gozaban de enorme carisma e impulsaron un plan de ajuste y reformas estructurales ortodoxas neoliberales. Ahora bien, fuera de esto, no hay mucho más para asimilar. Menem era todo lo que Milei llama casta, y contaba con un apoyo mayoritario en la Cámara Alta y Baja, y con la mayoría de los gobernadores e intendentes peronistas, y en campaña dijo una cosa y luego hizo otra diametralmente diferente.  Comparar el gobierno del ex presidente Fernando De la Rúa con el del actual presidente Milei no parece tener demasiado atino, en primer lugar, porque a cada uno le tocó gobernar en coyunturas bien diferentes, De La Rúa comenzó su gobierno prometiendo mejorar las penurias que nos dejaba un gobierno absolutamente orientado al mercado y Milei comenzó su gobierno prometiendo mejorar las penurias que nos dejó un gobierno extremadamente regulado por el estado. En segundo lugar, sus estilos se mostraban bien diferenciados, De la Rúa, él mismo se auto calificaba como aburrido y Milei derrocha carisma.

De la Rúa ganó la elección con 48,5% de los votos venciendo por más de 10 puntos a su contrincante peronista, Eduardo Duhalde. Y Milei ganó la elección con 55.65% de los votos. Si bien Milei obtuvo mayor cantidad de votos para lograr llegar a la presidencia, los obtuvo en el balotaje, es decir, Milei obtuvo ese enorme porcentaje de votos en una segunda vuelta con apoyo de “ajenos” que preferían un gobierno de Milei a uno de Massa.

¿Por qué esto último es importante destacarlo? Porque De la Rúa tuvo un apoyo “propio” muy significativo en la primera vuelta electoral, y De la Rúa en una campaña de alta gama para la época, también nos explicó sobre la maldita herencia de los ´90 (explicó mal o de modo incompleto, porque nos repetía en campaña que se terminarían los privilegios para unos pocos y se acabaría la corrupción y el desempleo, pero mantuvo en su discurso que el 1 a 1 no se tocaba, y era imposible no salir de una convertibilidad eterna, si queríamos que se recupere la industria y el empleo). Es decir, y dejando de lado la falsa profecía de mantener la convertibilidad, De la Rúa, heredó un país con problemáticas socio-económicas muy importantes y prometió superarlas, y por eso ganó holgadamente en la primera vuelta electoral contra el peronismo. Pero a pesar del importantísimo apoyo, la grandilocuente campaña y la esperanza que generó en millones de ciudadanos, De la Rúa tuvo que abandonar la presidencia dos años antes porque la gobernabilidad se volvió insostenible.

¿Y fueron los sindicatos u organizaciones sociales los que reclamaron por el fin del gobierno de De la Rúa antes de que termine su mandato? No. Fueron los sectores medios, esos sectores que también lo habían votado muy entusiasmados porque por fin se terminaría la alta corrupción y volvería a despegar la industria y el empleo, pero esos sectores medios no pudieron soportar los sacrificios que había que padecer en el “mientras tanto”. En el gobierno de De la Rúa, el “mientras tanto” fue bancarse una salida de la Convertibilidad sin organización y sin anestesia, lo cual llevó al quiebre de entidades bancarias y al corralito y al corralón, se llegó a una crisis financiera sideral que desembocó en una crisis para el bolsillo de los argentinos sideral, y a una consecuente crisis política sideral con un final muy infeliz.

¿Los sindicatos y las organizaciones sociales pueden lograr que Milei no gobierne o no termine su mandato? No, incluso él “No” es mucho más enfático que en épocas delarruenses, porque los sindicatos, las organizaciones sociales – y gran parte de la dirigencia política que hoy se opone a Milei- se encuentran altamente desprestigiados ante la opinión pública.

El riesgo de ingobernabilidad que puede padecer Milei es porque ante en el afán de salir de un modelo de Estado gigante, ineficiente y corrupto, sin demasiada organización y sin anestesia, emite un mega DNU y envía al Congreso una ley ómnibus que contienen más de 1000 artículos que implican reformas en la legislación industrial, comercial, laboral y hasta civil. Y todas estas mega reformas juntas en tiempo record implican ignorar al Congreso, y, según palabras del mismo presidente, el padecimiento de millones de argentinos al menos por dos años. Y ese padecer que muchas veces los economistas colocan en un paréntesis (el famoso ceteris paribus), es de difícil aplicación para la vida real, porque mientras se acelera con las medidas de ajuste de la envergadura que plantea Milei, entre paréntesis se coloca a sectores medios, sectores medios que no podrán literalmente satisfacer sus necesidades básicas. Los sectores de bajos ingresos por supuesto padecen muchísimo más, pero mantendrán parecidas contemplaciones a las que venían recibiendo bajo la anterior gestión, por eso comunicó Milei que el ministerio de Capital Humano será el único que tendrá el visto bueno para manejarse con holgura.

¿Los sectores medios debieron afrontar lo insoportable bajo la gestión anterior de los Fernández – Fernández? Absolutamente sí, y por eso ganó Milei. Pero para superar lo insoportable, no se puede pretender implementar algo más insoportable. O se puede, pero es de alto riesgo.

¿Puede Milei aminorar los riesgos de un masivo descontento ciudadano? Seguramente, pero para esto debería medir los sacrificios que exige, porque pedirle a la gente que no coma para terminar con la inflación es mucho.