Por Fidel Ontivero

Nada de lo que aquí se escriba es novedoso, ni disruptivo, ni esclarecedor en su totalidad, pero si pretende ser ordenador. Javier Milei a través de los primeros 365 días de gobierno rompió el molde de lo posible en política nacional e internacional, en gestión pública, en vinculación con los factores de poder de la Argentina. El primer punto es destacar, sin adjetivaciones clásicas, la descomunal audacia para llevar adelante la acción política.

Repasemos:
En el Congreso, tiene absoluta hiperminoría parlamentaria y pese a eso sacó adelante leyes imposibles. También trabó, gracias al juego de los tercios, decretos indigeribles para el 75% del arco político.

Frente a empresarios, contradijo a todo aquel que era imposible hacer desaparecer la obra pública y se abrazó a ese minúsculo sector que se nutre de las grandes inversiones extractivistas y la renta financiera. Además, en consonancia con Donald Trump, capitalizó el vínculo con los desarrolladores de la industria del conocimiento, sector que hoy se inmiscuye en todos los recovecos de la vida digital de los ciudadanos.

Con un fuerte costo social, que repite viejas escenas de la economía nacional de los´80 y´90, logró unos de sus principales compromisos electorales, bajar la inflación drásticamente y estabilizar la economía, más allá que se discute con absoluta razón si generar más pobreza y provocar una profunda caída de producción es “ordenar la macro”.

Otro de los aspectos trepidantes de Milei es la irrupción de una política internacional desencajada, fuera de todo canon diplomático, sin agendas de Estado, realizando viajes para visitar empresarios amigos y recibir premios que sólo victorea su tribuna (su pueblo digital).

De aquí se desprende un aspecto singular del accionar político de Milei, el cual es transformarse en una figura mundial para desde allí construir el esquema de poder del cual carece puertas adentro del país. Esa puesta en escena en el concierto internacional, la tapa de la revista TIME, ser la figura central de los encuentros de la derecha española, ser el único invitado jefe de Estado a la cena de festejo de la victoria de Trump en los EE.UU. capitaliza más el futuro político que las escasas cinco recorridas por el interior del país en doce meses.

De la agenda interna se encarga su hermana Karina y su elenco estable, los primos Eduardo “Lule” Menem y Martín Menem, presidente de la Cámara de Diputados. También son parte de esa misión, pero en equipos diferenciados, el jefe de Gabinete Guillermo Franco y su equipo. Milei sólo atiende temas de gran envergadura nacional cuando habla con los gobernadores, cuestión que se hizo más frecuente con el desandar del año, pero para nada permanente y fluida.

Romper los manuales de la política tradicional, el deporte presidencial. Cien fueron los altos funcionarios (con rango de subsecretario para arriba) que fueron expulsados y pasados a degüello luego de haberse entregado a las Fuerzas del Cielo. La concepción de que nadie es imprescindible, salvo el triángulo de hierro (Milei, Karina y Santiago Caputo), se fue consolidando a lo largo de 2024. Todo lo contrario, a lo que cualquier consultor hubiese recomendado para un gobierno plagado por la inexperiencia en el manejo de la gestión, las roscas y la famosa botonera del Estado.
El gobierno está atestado de ejemplos de cambio del denominado “sentido común”, de hacer lo “políticamente correcto”, de cuidar modales o respetar trayectorias. Nada de eso es usual en Milei.

Muchas de estas cuestiones, quizás sin que las podamos ver y analizar como un todo, son parte de manual novedoso que se funda en generar permanentemente antagonismo cultural con los políticos predecesores, en anular la capacidad de reacción del contendiente por un permanente corrimiento de temas de la agenda pública y por una desviación de los estándares de debate público.
Milei ha exacerbado su demostración permanente de desprecio hacia las instituciones de la República, hacia el Congreso en particular, hacia el periodismo, hacia las Naciones Unidas, etc.

Pero todo ese desprecio puesto en escena no siempre es coincidente con el accionar. Veamos que el BCRA sigue funcionando, que el peso argentino como moneda nacional sigue vigente y que las bravuconadas contra el Papa Francisco se terminaron el día que fue invitado a la Santa Sede. Hay un límite, pero siempre corrido de lo que considerábamos muchos, el posible.

Todo este ciclón devastador tiene anclaje indubitable en particularidades de la sociedad actual. Estamos frente, o somos parte, de una generación enojada y frustrada, frente a un fenómeno de aceleración de los ciclos de los gobiernos, que actúan en presencia de una fuerte anomia social, con un profundo adormecimiento de los sectores de representación sindical y gremial, un desvanecimiento de las reivindicaciones populares.

Para finalizar, es paradójico señalar, que esta falta de reacción ciudadana se enmarca en un proceso que no se puede esconder -pese a que el presidente Milei hace el intento con argumentos incontrastables- que estamos transitando un proceso de fuerte deterioro y pérdida del poder adquisitivo para los asalariados registrados, como así también para los jubilados y pensionados de todo el país.