Por Laura Olocco. Comunicadora Social
En los últimos años, la política argentina ha sido testigo de una creciente polarización ideológica, en la que figuras como Javier Milei han logrado capitalizar el descontento social y económico. Su discurso, que combina libertarismo extremo, rechazo al Estado como herramienta de regulación y una retórica incendiaria contra lo que llama «la casta política» ha generado un fenómeno político que no sólo cuestiona las instituciones tradicionales, sino que también interpela profundamente el tejido cultural del país.
La batalla cultural que se desata frente al «mileísmo»; no puede limitarse a la arena económica ni a la esfera institucional. Implica una confrontación de valores, narrativas y modelos de sociedad. Milei no solo propone un programa político basado en el achicamiento radical del Estado, dolarización y desregulación extrema, sino que, a través de su retórica, propone un quiebre con los consensos históricos de la democracia argentina, como la importancia de la justicia social, los derechos laborales y el rol del Estado como garante de la equidad.
La Argentina ha construido, desde el peronismo hasta otras expresiones progresistas, una identidad que mezcla aspiraciones de igualdad con un rol activo del Estado. Sin embargo, la prolongada crisis económica y la falta de respuestas efectivas de las gestiones tradicionales han generado frustración, especialmente entre los jóvenes. Este es el terreno fértil donde crecen las ideas de Milei, que apelan al hartazgo y simplifican problemas estructurales bajo un discurso anti-sistema.
La batalla cultural frente al mileísmo trasciende al propio Milei. Es una discusión sobre el tipo de sociedad que queremos construir. ¿Una Argentina donde los derechos sean privilegios y la solidaridad un obstáculo al progreso? ¿O una donde los derechos sean universales y el Estado actúe como garante de oportunidades para todos?
El desafío es complejo y no admite respuestas simplistas. Pero si algo enseña la historia de nuestro país es que, en los momentos de mayor incertidumbre, la capacidad de construir consensos y renovar la esperanza colectiva, es clave. La batalla cultural contra el mileísmo es, en última instancia, una batalla por el alma de la Argentina.