Por Gustavo Román. Director de La Ribera Multimedio

Con el comienzo del año electoral, los dirigentes políticos no dejan lugar al descanso estival y transitan tiempos de vértigo y posicionamientos internos dinámicos y flexibles, sin demasiados pragmatismos y con la capacidad de aceptar escenarios impensados en tiempos de reflexión y abrazo a supuestas convicciones. A muchos los amontona la necesidad de una supervivencia desesperada, a otros la pertenencia a una estructura de poder que les dé garantías económicas (salarios y beneficios) y también están aquellos que manejan los hilos del poder que no tienen la más mínima intención de ceder un ápice sus influencias y manejos.

Nos encontramos con dirigentes encumbrados que pueden transitar el delgado lĂ­mite de la pertenencia polĂ­tica del oficialismo en un territorio regional y el de la oposiciĂłn en el escenario mayor del territorio nacional. Para ellos no corre la teorĂ­a de los perĂ­odos perentorios en el ejercicio del poder pleno.

Hace 40 años que se sienten por encima de cualquier límite político institucional. Esos dirigentes mutan sus ideologías y pertenencias. Transfugan su militancia. Se contradicen en acciones porque no consideran los principios éticos. Desempolvan las figuras de sus referentes de otrora para camuflarse en un espacio al que no respetan, ni honran y en el que ya hace mucho tiempo no comulgan.

Los Comités y las Unidades Básicas están cerradas, y la llave de su cerradura esta escondida en los cajones de las oficinas de los referentes partidarios, que ya abandonaron la militancia y la decencia ideología. Pendulan entre negocios poco claros, arreglos políticos espurios y grandes negociados en nombre de la política. Los dirigentes políticos no honran su ejercicio, por el contrario, la bastardean y la manosean de una forma irresponsable y energúmena.

Son patéticos en sus acciones y expresiones. Se posicionan en escenarios inexplicables e intolerables para sus antecesores, a quienes reivindican para justificar la impudicia de sus acciones. En Córdoba, la capital provincial, la casi totalidad de su máxima dirigencia habita en barrios cerrados o privados. Ninguno hace uso de la salud ni de la educación pública. Tampoco del transporte público. Y hablan, negocian y acuerdan políticamente en nombre de la gente y sus necesidades. No tienen la más mínima idea de lo que hablan, pero lo hacen con gesto adusto y actitud arrogante y soberbia.

Cuando recorremos el territorio nos encontramos con un escenario absolutamente diferente y genuino. Es impensado analizar que un intendente o un dirigente político de un territorio del interior no transite las calles de su pueblo de cara a sus vecinos. Por ende, que conozca cada necesidad y reclamo. Y que sus vecinos le reconozcan sus actos y también su realidad personal, financiera e ideológica.Son escasos los jefes comunales con características similares a las de sus máximos referentes provinciales. Peronistas en todas sus versiones o radicales en el mismo sentido.

Por eso cuando se habla de la dirigencia política hay que hacer una enorme diferencia entre unos y otros. Comprender que las realidades y escenarios son absolutamente asimétricos y diferentes. Por eso el título de esta columna, el desafío de los ciudadanos es muy interesante. Porque en la lectura inteligente de esta realidad, estará la esencia del ejercicio de su poder. Elegir con una lectura inteligente. Lo explicamos de una manera sencilla. ¿Por qué el poder provincial en todas sus expresiones necesita “pegar” las elecciones a un escenario único con los municipios? Porque necesitan servirse de los prestigios y capacidad de captación de las voluntades de cada referente distrital, de los dirigentes que gozan de buena salud política y conviven con sus vecinos.

El poder central que no tiene vínculo con el ciudadano, con sus necesidades y sus realidades se alimenta de esa realidad. Se nutre de la fortaleza política de los buenos dirigentes del interior, a los que destrata y ningunea. El desafío del 2023 estará centralizado en la voluntad de los ciudadanos de seguir premiando a dirigentes políticos ajenos a sus realidades o la oportunidad de elegir a quienes los representan de manera real y genuina.Queda claro que hay un fin de ciclo en este tiempo. Y mucha dirigencia política deberá cosechar lo que sembró.