Pablo Gustavo Díaz. Consultor en marketing político

Cada vez estoy más convencido que hay dos argentinas. Y si algo faltaba para conformarlo, apareció la pluma inigualable de mi amigo y consultor político cordobés, Daniel Montoya, para hacerlo, en su nota “Presidente del AMBA”, del pasado 19 de abril (https://blog.danielmontoya.info/presidente-del-amba/).

Allí Daniel centra su critica en el tratamiento político del gobierno nacional frente a la segunda ola (tercera para mi) de la pandemia de coronavirus que vivimos por estos días.

Mientras gran parte del mes de abril la TV -¿nacional?, no, porteña- nos mantenía en vilo por la disputa escolar Fernandista-Larretista, en el sur del país pasaban cosas. Como por ejemplo el bloqueo de rutas estratégicas para el turismo, el comercio y la industria petrolera, por parte de un grupo radical de trabajadores del gremio de la salud neuquino disconformes con el aumento salarial dispuesto por el gobierno de esa provincia y aceptado por la mayoría de los trabajadores.

Empezaron abril con piquetes sobre las rutas del sur neuquino que dan acceso a los centros turísticos cordilleranos y los cruces a Chile. Continuaron luego de Semana Santa con piquetes sobre las rutas del norte que dan acceso a Vaca Muerta. Produjeron en total un perjuicio económico al estado neuquino, estado nacional, empresas y trabajadores del sector privado, cercano a los 500 millones de dólares.

Como reacción al impedimento del tráfico de mercancías chilenas hacia nuestro país por Neuquén, los hermanos trasandinos contestaron cortando el tráfico de camiones de argentina a chile sobre la isla de Tierra del Fuego hacia Punta Arenas, ocasionando aún más daño y pérdidas económicas.

Ante semejante contexto, los ministros Santiago Cafiero y Eduardo “Wado” De Pedro respondieron al pedido de ayuda de los gobernadores patagónicos con un lacónico “el gobierno nacional no se va a meter en el problema”.

Daniel Montoya culmina su magistral nota recordando la reforma de la Constitución Nacional en 1994 que fortaleció poder central de unitarismo porteño y el fallido proyecto alfonsinista de traslado de la Capital Federal a mi ciudad de Viedma, abortado por, justamente, los intereses de ese mismo centralismo. Y pidiendo una reforma institucional urgente que de solución a este perverso sistema de decisiones.

Yo creo que además de eso urge la conformación de un nuevo poder político que, nacido desde el interior profundo del país, una sus voluntades e intereses para cambiar en las urnas esta realidad, construyendo de una vez por todas el federalismo inconcluso de la patria. 12 años de porteñismo en el gobierno nacional, ya es mucho tiempo.