En Argentina estamos atravesando una ola de calor que para muchos se está tornando inhumana. Con una pobreza que alcanza a la mitad de la población es dable inferir que cantidad de familias sufren estas altas temperaturas sin las condiciones y servicios necesarios para poder protegerse saludablemente del calor extremo. Se leen y escuchan sobre internaciones de niños por el sufrimiento de este calor extremo, que produce importantes cuadros de deshidratación. Varias provincias vienen padeciendo esta problemática y el AMBA en particular también.

En otro desorden de cosas, en la Provincia de Buenos Aires (PBA) la gestión en educación demuestra hace décadas y actualmente bajo el gobierno de Axel Kicillof, ser de una ineficiencia absoluta. Y muchas veces esta inoperancia de las autoridades bonaerenses que suelen ser de signo político peronista (excepto por dos gestiones, la gobernada por la UCR desde 1983 a 1989 y la gobernada desde 2015 a 2019 por el PRO de Cambiemos) suele ser la vara con la cual pretende medirse la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) gobernada hace más de 15 años por el PRO para mostrarnos que su gestión no es tan ineficiente como la de la PBA.

Hablemos un momento de la discutida coparticipación: desde 2003 a 2015 la ciudad porteña recibía por coparticipación 1.4% del presupuesto nacional. Bajo el argumento del traspaso de la policía a la ciudad porteña, en 2016 Mauricio Macri, en aquel momento presidente de la nación, decretó que el porcentaje por coparticipación pase a ser 3,75%. En 2018, el macrismo en el poder redujo la coparticipación para la ciudad porteña, llevando el porcentaje a 3,5 % en el marco de un pacto fiscal frente a la necesidad de recaudar mayores recursos a nivel nacional tras la creciente crisis económica que debía enfrentarse por aquel entonces.

En el año 2020, ya bajo el gobierno del Frente de Todos presidido por Alberto Fernández, tras una manifestación y levantamiento de la policía bonaerense que se dispuso a rodear la quinta de Olivos en protesta por sus bajos salarios, Alberto Fernández decidió en apenas horas, sin previo diálogo y acuerdo con el jefe porteño, Horacio Rodríguez Larreta, comunicarnos directamente a través de los medios de comunicación que iba a firmar un decreto para reducir 1,18% en concepto de recursos para la ciudad porteña para traspasarlos a la Provincia de Buenos Aires gobernada por el oficialista Axel Kicillof, así, de un momento a otro, la ciudad porteña pasó de percibir 3,5 a 2,32% por coparticipación federal.

Tras un consecuente fallo de la Corte Suprema de Justicia del día lunes 19 de diciembre de 2022, se definió que la ciudad porteña vuelva a incrementar su porcentaje por coparticipación, y comience a percibir 2,95%. Este fallo no fue aceptado por gran parte del oficialismo, y el presidente decidió recusar a los miembros de la Corte Suprema en contra de la resolución cautelar dictada por ésta. 

Posteriormente, el presidente aceptó pagar a la ciudad porteña aquello que dictaminó el máximo tribunal, pero aún no lo ha hecho, por lo tanto, el gobierno nacional no acató el fallo de la Corte, por lo tanto, el gobierno nacional no está acatando la ley.

Hablemos un momento de la ciudad porteña y su performance en calidad educativa antes del tándem gubernamental Fernández-Fernández: hasta 2020 la ciudad porteña sí recibía una coparticipación aún mayor a la establecida recientemente por la Corte Suprema, como se mencionó, de 3,5%. Así, antes de que Alberto Fernández definiera recortar el presupuesto para CABA, la educación porteña gestionada desde 2007 por el PRO sufría faltas, faltas mucho menores que las de la PBA gobernada prácticamente por el peronismo desde llegada la democracia, pero sufría faltas importantísimas. El estado de situación de la infraestructura en cantidad de escuelas primarias y secundarias en la ciudad porteña es lamentable, con baños, aulas y comedores que no son comedores sino pasillos con caballetes y sillas, que dan pena.

Con viandas alimentarias que fuera de los momentos de campaña electoral (para elecciones legislativas y presidenciales) ofrecen comida de bajísima calidad, ofrecen un acceso a dispositivos electrónicos y tecnología en los establecimientos escolares de extrema precariedad.

Pero pasados unos meses de la pandemia, Horacio Rodríguez Larreta nos recitaba casi a diario por televisión y redes sociales que “la educación es sagrada”, sin embargo, antes de esos meses de pandemia, los alumnos que cursaban de quinto a séptimo grado en las escuelas primarias porteñas sólo recibían el libro de matemática para estudiar, el resto de la bibliografía que no correspondía a matemática se tenía que conseguir con la ayuda de las cooperadoras o con el esfuerzo de las familias que muchas veces no cuentan con los recursos para adquirir libros, libros que el gobierno porteño no ofrecía a los chicos mientras gastaba enormes sumas de dinero en publicidad para contarnos lo sagrada que es la educación. Y esta educación de bajísima calidad con faltantes de manuales, computadoras y apuntes para estudiar ya ocurría cuando el presupuesto del distrito más rico del país era riquísimo porque esto ocurría antes de que Alberto Fernández decida de manera arbitraria, oportunista y mezquina como lo hizo, reducir el porcentaje por coparticipación a la ciudad porteña.

Como se mencionara, hace semanas venimos padeciendo temperaturas extremas, con una sensación térmica que sobrepasa los 40 grados centígrados, y nuestros niños y adolescentes que acuden a las escuelas públicas porteñas deben soportar estas temperaturas mientras cantidad de niños y adolescentes que son parte de las familias de dirigentes políticos del PRO no deben soportar estas temperaturas extremas porque acuden a colegios privados (los que no son gestionados por ellos) y gozan de un buen servicio de aire acondicionado para poder estudiar en condiciones humanas.

Si la educación pública no representa un valor supremo para el peronismo y para quienes gestionan la PBA hace décadas (y no lo representa), tampoco representa un valor supremo para el PRO que gobierna el distrito porteño desde 2007 y decide año tras año destinar muchísimos más recursos de su presupuesto para Publicidad que para Educación. Por eso hace algunas semanas los niños de la ciudad porteña estudian en condiciones infrahumanas, soportando temperaturas que marcan una sensación térmica agobiante, aireándose, en aquellas escuelas más afortunadas, con dos ventiladores de techo por aula que funcionan deficientemente. Parecido ocurre cuando llega el frío invernal, y los niños, también de las escuelas públicas porteñas, sufren al interior de los establecimientos estudiantiles el frío como no lo sufren jamás los colegios privados (los no gestionados por el gobierno porteño).

Así de irrelevante es la educación en CABA para Rodríguez Larreta, y quien no crea en lo escrito, puede acercarse en estos días a la salida de las escuelas públicas porteñas y comprobar cómo salen los niños en extremo agobiados por el calor, luego de 8 horas de estudio en condiciones que no sufren los niños a los que sí representa Rodríguez Larreta, los de las escuelas privadas, las no gestionadas por él.

Si el señor Rodríguez Larreta (o cualquier otro funcionario o funcionaria del PRO) pretende ser presidente, sería importante que tome nota de lo expuesto en esta columna, porque si la evidencia en base a datos es una de las banderas que levanta el PRO, la evidencia en base a datos nos muestra que la “sagrada educación pública” es solo un precioso slogan de campaña, mientras las condiciones bajo las cuales estudian los niños en las escuelas públicas porteñas son deficientes, menos deficientes que en PBA, pero deficientes y con bastante frecuencia inhumanas.

Por Sandra Choroszczucha – Politóloga y Profesora de la Universidad de Buenos Aires. www.sandrach.com.ar

(Mamá de dos niños que sufren este calor inhumano cuando acuden en estos días a estudiar en escuelas gestionadas por el PRO).