Tener un gran afán por fotografiarlo y escribirlo todo, por comunicar constantemente a través de Instagram, Facebook, Whatsapp; y el deseo de reproducir imágenes de forma desenfrenada… Si al leer esto te sentís identificado, probablemente estés padeciendo esta nueva enfermedad digital del siglo XXI.

Cuando hablamos de Infoxicación nos referimos a la sobrecarga de información a la que estamos expuestos día a día, recibiendo miles y miles de datos continuamente que influyen en nuestros comportamientos y decisiones. Falta de concentración, ansiedad o incapacidad para gestionar la tremenda cantidad de información, son algunos de los signos más habituales de esta nueva amenaza.

La sobrecarga informativa o Infodemia es producto de: la explosión digital de la última década, la hiperconectividad y la necesidad de documentación permanente, tanto de situaciones cotidianas, como en el ámbito administrativo público y privado. Para graficarlo, podemos pensar en cómo los gobiernos municipales, provinciales, regionales y nacionales de todo el mundo han digitalizado gran parte de sus sistemas de gestión e información; o en los medios tradicionales de comunicación, que trasladaron sus contenidos a soportes multiplataformas para tener mayor omnicanalidad; o sin ir más lejos, cómo diariamente registramos nuestras vidas almacenando y exponiendo fotos y videos en las redes sociales. Esto sumado a que una gran porción de la sociedad hace uso de varios dispositivos digitales, generando y compartiendo información con el resto del mundo de una manera inmediata y en cantidades asombrosas, corriendo a Internet cada vez que les asalta una duda sobre algo, para tratar de aclararla.

Uno de los problemas que vienen aparejado con la Infodemia es la desinformación. Que se da cuando un individuo, en lugar de estar actualizado sobre un tema, debido a las noticias y datos relacionados, se encuentra en un estado de confusión debido a la gran cantidad de datos para procesar. Las fakes news son el instrumento desinformante en todo este proceso, generados por algunos sectores que pretenden influir en los comportamientos y decisiones de una porción específica de la sociedad. Pero también lo son los banners, la información agresiva y los pop-up que producen un gran ruido visual, interrumpiendo la navegación y concentración del usuario.

Esta problemática acarrea, además, otras cuestiones como el agobio que provoca verse rodeado de información continuamente y el poco tiempo que existe para profundizar en una noticia y poder comprobar que la misma es real. Puede generar angustia, nerviosismo y malestar, por el temor a perder esos inputs que nos llegan y que podrían ser importantes para nuestros intereses. Y si bien la “enfermedad digital” tiene sus justificados orígenes, la realidad nos indica que la responsabilidad de padecerlo o no, es solo nuestra, porque somos nosotros mismos los encargados de filtrar las publicaciones que queremos leer. La cura para la infoxicación digital es netamente la organización, ya que de esta forma podremos ser capaces de filtrar sólo lo que sea de nuestro interés.

La información disponible en internet responde a miles de dudas y satisface gran parte de nuestras necesidades, pero debemos contar con las herramientas adecuadas para no caer de lleno en la infodemia. Entre ellas se encuentran: definir fuentes de información confiable y de calidad; contrastar la información y cuestionar aquello con lo que no se está de acuerdo; establecer horarios para buscar y leer información; y dedicar un tiempo específico a la navegación digital, marcando los límites necesarios para evitar el descenso de productividad.

Está claro que la democratización de la información seguirá generando una enorme cantidad de contenidos digitales, y depende sólo de nuestra habilidad para gestionarlos el ponerle freno a la infoxicación.