Por Laura Olocco. Comunicadora Social
“Cocino, plancho y hago todas esas cosas de mujeres?”, “¿Cómo vas a casarte si no sabés cocinar?”, “Qué suerte que tu marido te ayuda en casa”, “¡Qué buen padre, hace la tarea con sus hijos!”, “Las mujeres que preparen las ensaladas y pongan la mesa, vos ayudame con el asado”. Y así podríamos seguir describiendo miles de situaciones más.
Este tipo de frases, acciones y comentarios de hombres hacia mujeres –y también diversidades– no solo son más frecuentes de lo que se cree, sino que son una constante, a pesar de que muchas veces pasen desapercibidas. Se trata de gestos sexistas y machistas, algunos de ellos muy sutiles, que perpetúan los roles de género y las violencias, y tienen un nombre: micromachismos.
Dicho término describe las sutiles e imperceptibles maniobras y estrategias de ejercicio del poder de dominio masculino en lo cotidiano, que atentan en diversos grados contra la autonomía femenina. Que sean “micro”, no los hace menos peligrosos ni violentos.
Se evidencian en el ámbito de la casa, en frases de hombres hacia sus parejas mujeres como: “Cociná vos, que te sale todo mejor que a mí”. Son casi imperceptibles y se proponen imponer “verdades masculinas” para hacer desaparecer “la voluntad de la mujer”. Por ejemplo: “Pará, dejá que yo lo explico”.
También están aquellos micromachismos que trabajan sobre la idea de que la capacidad de comprensión de la mujer es inferior a la de un varón, como el llamado mansplaining, que es la tendencia de los hombres a explicar las cosas a las mujeres subestimándolas o incluso de manera paternalista y condescendiente, aún si es un tema del que ellas saben más.
Pero, ¿qué pasa cuando se escuchan estas frases o nos enfrentamos a este tipo de situaciones de manera reiterada? Nos pueden generar sentimientos de incapacidad, impotencia; agotarnos emocionalmente, reducir nuestra autoestima, limitar nuestros proyectos, solo por nombrar algunas de las consecuencias.
Hay que tener en claro que este tipo de violencia es una forma de reproducción del poder masculino y patriarcal, y por eso es un problema estructural y no particular. En ese sentido, las violencias por razones de género no se producen y reproducen de manera aislada sino sistemática y estructural.