Por Stefanía Leivas, Comunicadora Social.
Sin dudas, una de las batallas ganadas por las mujeres este último tiempo fue la de la bandera que alzó Gisèle Pelicot. Con una entereza y valentía que conmueven, Gisèle logró dar vuelta una historia que se repite desde que el mundo existe. Ella logró que por fin la vergüenza cambie de bando.
Sus violadores, 51 hombres, entre ellos su esposo, debieron enfrentar la condena social y la vergüenza, antes que la condena propiciada por la justicia de Francia. El horror que vivió esta mujer quedó registrado en más de veinte mil videos y fotografías que el propio Dominique Pelicot, su esposo -con quien llevaba más de 50 años de casada- se ocupó de grabar, rotular y guardar con una frialdad y un descaro sorprendentes.
En el marco de un histórico proceso, abogados y jueces vieron la violación directamente a los ojos. Los acusados debieron enfrentar las imágenes que prueban su culpabilidad ante sus propias familias. Fue la víctima quien solicitó que el juicio sea abierto y que se exponga ese material del horror que vivió en carne propia. Gisèle por nueve años estuvo sometida a una sumisión química por su pareja, quien admitió haber colocado drogas en su comida y bebida, para dejarla sin conocimiento y luego ser abusada por hombres que él mismo reclutaba. Es duro leerlo, hasta si se tratara de una ficción.
Hay una estigmatización de las víctimas de abuso sexual muy arraigada en las sociedades machistas, que coloca a las víctimas en un lugar de vulnerabilidad y vergüenza, mientras que a los victimarios les da el beneficio de la duda y les preserva la identidad. Ese mundo del revés es el que Gisèle, que quiso seguir llevando el apellido de su ex esposo para honrar a sus hijos, vino a patear al costo que sea.
Gisèle es madre y abuela. Es fuerte. Y marcó un antes y un después en la historia de todas las mujeres. Enfrentó a todos los demonios y con la frente bien en alto, por una vez puso en su lugar a los victimarios. El lugar del repudio y la vergüenza les pertenece a ellos.
En una sociedad que avala la masculinidad tóxica, que intenta esconder bajo la alfombra los estragos que causa el machismo y que suscita la re victimización de quienes sufren abusos, Gisèle se plantó, firme y decidida a dar un giro. Con el alma y el cuerpo en pedazos, esta mujer increíble, se re armó y le dio voz a muchas otras que están oprimidas y en silencio. Se ha convertido en un símbolo de lucha y un ejemplo de fortaleza y superación. Gracias Gisèle, sos otra mujer haciendo historia, intentando que el mundo sea un poquito más justo para nosotras.