En los albores de la primera política inmigratoria en Argentina, Sarmiento escribió un libelo detestable, influido por la ideología positivista y por el racismo que, en esas épocas, era un asunto de ciencia normal. Sí: hay cosas horribles que alguna vez fueron “científicas”.

En Conflicto y armonía de las razas en América, Sarmiento propone una transfusión de sangre para solucionar aquello que, en el Facundo, civilización y barbarie, había denominado como el “enigma argentino”. La versión actualizada de ese enigma, por el propio Sarmiento, consistía en dar respuesta a por qué Argentina no era los Estados Unidos de Sud América. Y no lo era porque estaba infectada de sangre de gaucho, esa que le pedía no ahorrar, en una carta al General Mitre, durante la guerra del Paraguay. La frase en cuestión se la robó Sarmiento a un
coronel francés, que la pronunció en referencia a los árabes. Según cuentan los historiadores fue durante la estancia de Sarmiento en Argelia.

Hace unos días, otro Facundo, heraldo de la civilización, enfundado en la armadura de la neurociencia, esa que dice que sólo somos cerebros con patas y que, por lo tanto, debemos tirar el niño con el agua sucia de la bañadera, es decir, arrojar a las ciencias sociales por la ventana puesto que todos los problemas se reducen a los malos hábitos de nuestro cerebro y las condiciones materiales, históricas o de clase, no tienen nada que ver con las desigualdades, la injusticia social no existe, y luchar para cambiar el mundo es una ideología vetusta propia de viejos althusserianos, ignorantes en materia de Mindfullnes… ese Facundo, pre candidato de la Unión Cívica Radical en provincia de Buenos Aires, nos entregó la versión actualizada de la funesta solución sarmientina: no podemos importar noruegos, a lo cual el infatuado Jonhy Viale, cuyo rostro me recuerda, no sé por qué, a un asesino de la mafia en una película de Scorcesse, responde riéndose con un “estuviste bien, estuviste bien”. Por supuesto que es una verdad universal de las neurociencias que los noruegos son mejores que los argentinos y que no tienen en su hermoso país intendentes del conurbano como Cariglino, que es peronista, sucio, feo y malo, heredero de la triple A y del brujo, cuanto menos.

Ya que estamos, echemos un vistazo a las políticas de Estado en Noruega, donde afortunadamente, no hay peronismo, ni cordones del conurbano bonaerense, poblados de pobres que huyen de las crueles provincias por las políticas económicas que se implementan en ellas desde la dictadura y la posdictadura.

Hace poco, en una entrevista con el director del diario Perfil, Jorge Fontevechia, a quien no se puede sospechar de populista, precisamente, el historiador y ensayista Ernesto Semán quien acaba de publicar un muy buen libro sobre anti populismo, brindó algunas precisiones sobre el país escandinavo que hace las delicias de los herederos de Domingo F. Semán vive en Noruega y enseña en la universidad de ese país. Entre otras cosas, dijo que la política petrolera de Noruega está bajo control de la empresa estatal que obliga a las empresas privadas a explorar
y perforar más allá de su estricto interés empresarial y deseo de lucro. O sea, la política petrolera en Noruega es como acá la concibió Mosconi y la ejecutó el primer peronismo, en la década del cuarenta. Con la diferencia de que estamos en el siglo XXI. Noruega tiene el PBI per cápita más alto del mundo y parece, según cuenta Semán, que eso algo tiene que ver con el papel del Estado en la economía. En general, los países escandinavos no compraron en
paquete cerrado el modelo neoliberal y mantienen un alto control estatal en muchos planos de la vida social, no sólo en la economía. En Islandia, sin ir más lejos, en 2008, cuando los Bancos estafaron a la gente, el gobierno llevó adelante un plebiscito para ver quién debía pagar los costos. El Partido Laborista noruego es el partido de la socialdemocracia, esa antigüedad que acá los radicales no quieren que nadie les recuerde. Alfonsín supo decir que, si la sociedad se derechizaba, como de hecho sucedió y está sucediendo, la UCR debía resistir esa derechización a riesgo de perder votantes. A varios años de su muerte es evidente que la UCR desoyó el consejo de Alfonsín al punto de aliarse a la peor derecha, la que siempre que gobernó en Argentina lo hizo a través de dictaduras cívico militares, la misma derecha que propició el desembarco del neoliberalismo y la destrucción del país industrial y de la clase obrera, desde Martínez de Hoz en adelante. La misma derecha que lideró hasta hace poco el expresidente Mauricio Macri, quien asumió procesado en cientos de causas por defraudación al estado, entre ellas no pagar el canon por la adjudicación del Correo Argentino, durante casi dos décadas.

De todos modos, el Manesfullness es mejor que esa derecha en la que se encolumna el cívico cavernícola Fernando Iglesias, bendecido por el coach del entusiasmo, Alejandro Rozichner y por los desteñidos secretarios de la jibarización cultural, Avelluto y Lopérfido que confunden el derecho de las mujeres a no ser tratadas de putas con el patrullaje policial del lenguaje y la cultura de la cancelación. Pedro Picapiedra es un feminista si se lo compara con este militante de la misoginia y del odio, sobre todo, del odio a las mujeres a quienes no puede concebir sino como prostitutas. Pareciera que en Juntos—que bien podría llamarse unidos por espanto—la semana estuvo signada por la competencia en ver quién pronunciaba la barbaridad de mayor volumen. De Los noruegos no importables de Manes, a las machiruleadas de Iglesias, media el negacionismo colonialista de Beatriz Sarlo, conferencista de las juventudes PRO que, in illo tempore supo formar parte de lo que se llamó Nueva izquierda intelectual. Cosas vederes que non crederes, Sancho. En Argentina es imposible aburrirse.