Por Guillermo Ricca. Dr. en Filosofía
¿Hay política en Río Cuarto? ¿O, solo hay un acuerdo entre elites, conformada por grupos de familias, con vínculos sociales por compartir clubes, experiencias de pertenecer a ciertos círculos, frecuentar los mismos lugares en los que se trafican influencias, por caso?
Cada tanto esos círculos se abren para incorporar a quienes ocuparán los lugares o estamentos subalternos de ese círculo. A los subalternos en el círculo no les está permitida la ambición, a no ser que se muestren con el poder suficiente como para conquistarla.
¿Hay política en Río Cuarto? Hay partidos políticos, claro. Pero, como se sabe, los partidos tradicionales están subsumidos en la socialidad de las élites, en sus tramas de amistad o colegiatura, no se ve pasar por allí a multitudes de jóvenes ni de trabajadores, por caso. Tampoco de organizaciones feministas.
Nietzsche supo decir que, lo otro, lo nuevo, viene caminando en patas de paloma. Por eso suele ser imperceptible, poco estruendoso. La política que hay en Río Cuarto, es decir, aquella que trabaja para construir una ciudad capaz de vivir bajo un derecho común igualitario, inclusivo, no es la no política de los partidos tradicionales cooptados por la socialidad familiar en clubes sociales o por el tercer tiempo, por así decirlo. La política como práctica en la que puede advenir lo nuevo, una transformación de condiciones injustas, no se juega en esa comensalidad instituida por la camaradería deportiva.
Se juega en los territorios en los que, sujetos emergentes, cansados de ver lo mismo y de escuchar lo mismo, empiezan a crear otros vínculos, abrir otros espacios, dar hospitalidad a otras prácticas. Es lo que sucede, por caso, en espacios como Viva Río Cuarto que articula prácticas sociales de centros comunitarios, del Frente Patria Grande y de grupas y grupos militantes que interpelan las formas anquilosadas de la socialidad propias de la vecinocracia. Allí está aconteciendo cierto recomienzo de la política desde una perspectiva nueva de ciudad, una mirada diferente sobre los territorios y las poblaciones que la habitan y de lo que pueden si se unen en una causa común.
Nicolás Forlani, Flor Sevila y tantos otros allí expresan bien ese ideario y esos afectos, sin pagar diezmos, sin afectaciones propias de eso que Juan Gabrois llama “política profesional”; con autenticidad, tenacidad y voluntad de construir. Como supo decir Spinoza, nadie sabe lo que puede un cuerpo, menos aun el cuerpo colectivo que se afirma sobre un valor intangible, pero siempre amenazado, como el de la vida. Desear una ciudad viva y trabajar para ello, no es poca cosa en el horizonte de las novedades, frente al futuro distópico que la época nos propone.