Por Guillermo Ricca. Dr. en FilosofĂa
Diego Sztulwark, en un libro muy recomendable que se titula La ofensiva sensible, se refiere a un reverso de lo polĂtico—el reverso de lo instituido—a partir de dos caracterĂsticas fundamentales: una es la impronta o intensidad de tipo igualitaria, que se nutre de formas de afectar y de estar afectados que se convierten en nuevos puntos de partida democráticos, lejos o en los márgenes de los centros de mando.
Dice Diego Sztulwark: “El reverso es un depĂłsito de saberes Ăştiles para situaciones sin comando ( el “que se vayan todos” era una situaciĂłn sin comando), una zona experimental de imágenes para la suspensiĂłn de automatismos; un fondo de afectos para las conmociones y sublevaciones […]». El 2001 puede ser evocado como reverso, como uno de esos momentos abismales en los que la interrupciĂłn de lo habitual provocĂł la necesidad de experimentar movimientos nuevos y nuevos modos de pensar: el piquete, la fábrica recuperada, lo cooperativo (cartoneros y otros recicladores urbanos) todo el complejo de lo que hoy llamamos la economĂa popular y, el desafĂo a la opiniĂłn dominante ante la disoluciĂłn del rĂ©gimen de representaciĂłn polĂtica (que se vayan todos).
Se trata tambiĂ©n de un momento plebeyo, dice Stulwark, de la irrupciĂłn de una fuerza que la vieja filosofĂa polĂtica desde tiempos inmemoriales identificĂł como plebe. Eso que Juan Grabois llama, en su Ăşltimo libro, Los peores. Hay en lo plebeyo una potencia igualitaria comĂşn generalmente bloqueada que, en las crisis se filtra por las mallas de la norma y afecta y modifica los circuitos del trabajo y de la misma vida comĂşn.
El momento plebeyo, dice Stulwark, pertenece al revĂ©s de lo polĂtico y es tambiĂ©n el reverso flotante y en tensiĂłn de lo popular: una interrupciĂłn en los mecanismos de adaptaciĂłn y de los modos habituales de la acciĂłn. El momento plebeyo en tanto reveso de lo polĂtico instaura no una visiĂłn de la crisis—siempre estamos en crisis—sino una visiĂłn desde la crisis que, Sztulwark caracteriza muy bien como precariedad totalitaria.
En medio de la crisis la irrupción de lo plebeyo ha creado nuevas formas de acción y de organización, y también nuevas formas de afección porque ha logrado instituir como visibles formas de trabajo y de vida que estaban invisibilizada o negadas.
En ese sentido es claro Grabois en Los peores, cuando afirma que allá en el post 2001 cuando iniciaba su militancia, la forma más extendida de organizaciĂłn de estos sectores eran los movimientos de trabajadores desocupados, dice Ă©l: esto era asĂ porque sus dirigentes venĂan de una vida de pleno empleo, eran setentistas; “En nuestro caso, el choque con la realidad post 2001 nos mostraba una imagen que contradecĂa la palabra desocupado: un cartonero, un vendedor ambulante, un feriante, un costurero, un quintero, Âżdesocupados? Si a esto se suma lo que actualmente se conoce como tareas de cuidado, tanto comunitarias como intrafamiliares ÂżdĂłnde están los desocupados?, dice Grabois. “Los desocupados de clases populares que conocĂ en mi vida se cuentan con los dedos de una mano y, en verdad conocĂ unos cuantos miles de excluidos. Todos se ocupan de algo, todo trabajan”.
Esos trabajadores, necesarios para la eficacia de la precariedad totalitaria neoliberal, son los que muchos y muchas llaman “vagos”, “planeros” o chorros. Son muchos, son cada vez más y están organizándose desde el 2001. El reverso de lo polĂtico, es la polĂtica.