Por Flavio E. Buchieri
Dr. en Economía. Profesor, investigador y consultor.
www.flaviobuchieri.com
La semana que pasó terminó como veníamos anunciando en la columna de la semana pasada: de nuevo, el Banco Central siguió perdiendo dólares. En lo que va de Noviembre, ya se ha desprendido de casi U$S 1.160. Da nada valió la ampliación del swap con China por U$S 5.000 millones ni informes positivos que rondan en la city acerca de un alejamiento de los fantasmas de una reprogramación de la deuda en dólares (queda por aclarar la deuda en pesos) que tendría el próximo gobierno, por la licuación que han tenido los mismos ante una inflación, en dólares, creciente, habiéndose apreciado la divisa americana producto de la suba en la tasa de interés establecida por la Reserva Federal.
Es que, más allá de lo que ocurra afuera (nada bueno, por cierto, ahora), la realidad local muestra lo que es recurrente: existe una abundancia de pesos (presentes como a futuro, producto del déficit fiscal primario acordado con el FMI, como del potencial roll-over de las LELIQ que implican, capitalizar intereses a una tasa proyectada del 100% anual como mínimo) que termina impactando en la brecha cambiaria ante una caída de la demanda de dinero, como la falta de dólares, producto tanto de una incierta cosecha fina y/o gruesa a la vuelta de la esquina como de las presiones que provoca la necesidad de que la economía no se detenga, ya de cara a las elecciones del año venidero. Estos problemas son concretos, de ahí que una inflación creciente, que demandar{a tasas de interés más altas para contener una masa creciente de liquidez que se refugia en las LELIQ, endogeneizan los problemas anunciados. Y e esto lo que ha llevado al Vice-Ministro de economía a plantear un escenario de hiperinflación si las correcciones que hay que llevar adelante para detener esta inercia no se concretan y/o no profundizan.
El problema doble antes expuesto plantea sobre la mesa una necesidad real de dólares de más de U$S 8.000 millones para los próximos cuatro/cinco meses en concepto de pagos de deuda, demanda de dólar ahorro, consumos en el exterior con “dólar tarjeta” y pago de deuda a importadores. Por otro lado, Por el lado, y en referencia a los pesos, se tienen casi $ 9 billones en LELIQs y Pases remunerados (toma de liquidez a muy corto plazo), que se actualizan -hoy y quizás mañana- a una tasa de interés 107% con lo cual, si este ritmo se mantiene, implica que se va a duplicar en 12 meses.
A lo expuesto hay que sumarle la renovación no total de los vencimientos en pesos del Tesoro Nacional, de casi $ 10 billones, de los cuales hasta ahora sólo ha acontecido con las posiciones que tienen una parte de los tenedores de estos títulos como la ANSESS, bancos públicos y otras entidades nacionales mientras que comienza a retacear la falta de renovación de estos activos en los balances de acreedores privados. Si esto continua, estamos ante un proceso creciente de destrucción de activos en pesos lo cuales irán a parar a los diferentes tipos de cambio existentes, aumentando sus cotizaciones y exponenciando el problema existente.
Ahora bien, si el sector privado comienza a retacear el financiamiento en pesos al Tesoro Nacional (el internacional hoy está vedado), estamos ante un nuevo problema que acreciente el pre-existente: el gobierno necesita cubrir el 1.9% de déficit primario que pautó con el FMI para el 2023 más el pago de intereses. Esto suma casi 4 puntos del PBI. Observa así, estimado lector, que el aportante de los fondos para cubrir semejante déficit será el Banco Central. Y, con ello, se desvanece la idea de una meta de inflación del 60% que pautò el Gobierno en el Presupuesto 2023.
No sólo que lo expuesto es grave sino que, a corto y largo plazo ya se puede comenzar a plantear que el Gobierno, de no mediar cambios drásticos, se apresta a incumplir la meta de reservas internacionales con el propio FMI. A menos que, como se menciona insistentemente, se piense en nuevas restricciones a las importaciones o en un nuevo dólar soja para facilitar la liquidación de los granos que aún permanecen en almacenamiento (se calculan cerca de U$S 8.000 millones).
Estos mecanismos ya se plantean como necesarios ante lo que el Gobierno no quiere hacer: llevar el tipo de cambio nominal a un nuevo umbral, por encima de las micro-devaluaciones que lleva a cabo en forma casi diaria. Y es que lo riesgos de hacerlo son altos: un aumento en el valor del dólar presionaría sobre un número importante de precios en la economía los cuales llevaría a dos escenarios bien concretos: a) si se frena su reajuste, se profundiza la desaceleración de la actividad económica; b) si se permite su reajuste, “salta” la tasa de inflación.
Estamos, así, condenados a vivir en la vertiginosidad de los próximos meses, en parte por el propio factor climático (que expone la disponibilidad de la oferta de dólares netos) como, en consecuencia, de la necesidad de contener el vuelco de los pesos excedentes al dólar. Y, con ello, a la inflación. Es claro que si este esquema se agrava (más pesos, menos dólares, más inflación, aumento de tasas, etc.) los riesgos a que la burbuja se rompa son crecientes, de ahí en el impacto que esto tendría sobre las medidas a tomarse. Como lo he mencionado en varias oportunidades, un nuevo Plan Bonex (canje forzoso de las LELIQ -y los pesos que las sostienen- por títulos públicos) podría instrumentarse para cortar este circuito. Pero sería el fin del gobierno nacional.
Están jugando con fuego aunque son esclavos de las situaciones personales y/o políticas en las que se desenvuelven. ¿Podrán evitar la debacle? Falta mucho para las elecciones. Esto internaliza el problema en el actual gobierno. Pero si lo “patea” al que viene, el mismo será más grande. Es el juego de “pasarse la papa caliente”. ¿Quién se quemarà?