Por Pablo Gustavo Díaz. Consultor Político

«Todo tiempo pasado fue mejor» es un refrán que expresa la sensación de que cualquier época anterior es mejor que la actual. Se trata de una evocación nostálgica que suele decirse cuando se ha cumplido ya una cierta edad y se echa de menos la juventud perdida.

Cuando la nostalgia se cruza con la política suele escucharse además la frase “los días más felices siempre fueron peronistas”, especialmente en boca de aquellos simpatizantes del “general”, pertenecientes a la generación Baby Boomers, mayores de 60 años, que representa el 20% del electorado.

Entre los Centennials y los Millennials, franja etaria que va desde los 16 a 39 años de edad, el rechazo al peronismo crece hasta el 63%, y entre los votantes de la Generación X que va desde los 40 a los 59 años, la aceptación y rechazo al peronismo se llevan partes iguales.

En este escenario, figuras y retóricas como la de Guillermo Moreno no solo son ineficaces competitivamente sino además obsoletas, tal lo muestra las encuestas donde no alcanza ni el 2% de intención de voto.

Por el contrario, la frescura y modernidad intelectual de figuras como los gobernadores de Buenos Aires, Axel Kicillof, y Córdoba, Martín Llaryora, ambos contemporáneos del presidente Javier Milei, permean más fácilmente en la mente del votante joven, al que le gustaría ver un peronismo aggiornado, más federal, centro progresista y tecnológico. Pero ambos perdieron su oportunidad de “jubilar a la jefa”, desaprovechando la renovación de autoridades del Partido Justicialista nacional.

Con el centro y la izquierda huérfanos de proyecto y liderazgos políticos modernos, creíbles y confiables, las jóvenes generaciones sub ‘40s, que dominarán el padrón electoral de acá en más, no tienen más opciones que seguir optando por líderes de la derecha, como ocurrió recientemente en la elección norteamericana. Que podrán no ser “lo mejor de la política” en el paladar negro de los catadores de grandes proyectos colectivos, pero conducen con decisión.