Por Sandra Choroszczucha – Politóloga y Profesora de la Universidad de Buenos Aires
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El sábado 2 de julio de 2022, Martín Guzmán abandonó su cargo como ministro de Economía, renunciando a través de twitter, y lo hizo en respuesta a la creciente desaprobación frente a su pésima gestión y porque el ala dura del kirchnerismo le vetaba cada mínima intención que el entonces ministro osaba aplicar para reducir el gasto público y la consecuente inflación. Así, luego de dos años y medio de gestión guzmanista albertista, los cristinistas se mostraron implacables con quien por momentos parecía querer apartarse del ideario nacional y popular. Y entonces desembarcó Silvina Batakis en la cartera económica, por tan solo 24 días. Batakis es una economista especializada en temas monetarios, pero no era una funcionaria conocida dentro del círculo del establishment nacional e internacional, y además y principalmente, nos contó durante sus escasos días de gestión, que debían implementarse algunas medidas de ajuste para bajar el gasto público y la consecuente inflación, y esto nuevamente al kirchnerismo de Cristina no le gustó. El último mes de la gestión Guzmán nos marcó según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) una inflación de 7,4%, y el último y único mes de la gestión Batakis una inflación de 7,1%.

Tras estas preocupantes cifras de inflación mensual, nos informaron desde el gobierno, que desde comienzos de agosto de 2022 el ministerio de Economía iba a ser conducido por Sergio Massa, co-fundador junto a Alberto Fernández y la artífice, Cristina Fernández de Kirchner, del Frente de Todos. Así, Sergio Massa pasó a conducir la cartera económica, y como se trataba de un funcionario público que sí mantiene históricamente estrechos vínculos con el establishment económico, nos contaban que sería nuestro “súper ministro”, nuestra “ultima bala de plata” que iba a salvarnos de caer en una posible hiperinflación.

Una vez que asumió el nuevo ministro se calmaron los mercados, y nos anunciaron que estaban prontos a implementar un plan de estabilización, un plan que contemplaba políticas de tinte ortodoxo, sugeridas por el número 2 del ministerio, el economista Gabriel Rubinstein. Esta vuelta, el cristinismo no vetó en lo inmediato las medidas anunciadas que iban a contramano del recetario nacional y popular, porque si devenía una hiperinflación como se temía, el gobierno corría importantes riesgos de ingobernabilidad y si esto pasaba Cristina condenada en primera instancia por la causa Vialidad, podía quedarse sin fueros y sus chances de continuar en la escena política futura disminuían.

Sergio Massa no implementó un plan integral para enfrentar el flagelo inflacionario, sino que se limitó a aplicar una “redistribución de subsidios” (aumentar algunas tarifas) y a congelar precios de varios productos, sin obtener los resultados esperados. Sin embargo, debido a sus estrechos vínculos con el “capitalismo de amigos” sí pudo contener una corrida vertiginosa contra el peso, aunque no pudo impedir que sigan escalando el valor del dólar y los precios. El dólar oficial antes de que asumiera Massa se encontraba en 136,36 pesos y hoy con Massa ministro de Economía, ya alcanzó la marca de 213 pesos; por su parte, el dólar paralelo antes de que asumiera nuestra “ultima bala de plata” se encontraba en 287 pesos y hoy ya alcanzó la marca de 400 pesos.

Respecto al Índice de Precios al Consumidor (IPC), siguiendo las mediciones del Indec, para el mes en que asumió Massa, agosto de 2022, observamos una inflación de 7,1% que pudo descender en septiembre a 6,2%, alcanzando su marca más baja en noviembre con 4,9% y nuevamente supo escalar a 5,1%, y desde enero de 2023 a 6%, en febrero a 6,6% y en marzo a 7,7%. Con estos datos podemos afirmar que bajo la gestión Massa hoy nos encontramos superando la peor marca que tuvo Argentina en inflación mensual en los últimos 20 años. Respecto a la inflación interanual, cuando asumió Massa, la cifra nos marcaba 78,5% y luego de ocho meses de su gestión, nos marca 104,3%. De tal modo, podemos afirmar que hoy nos encontramos frente a la peor cifra en inflación interanual en los últimos 30 años. Al mismo tiempo, los datos nos colocan como el país con inflación más alta para el mes de marzo 2023 a nivel regional, ubicándonos primeros con un IPC de 7,7%, por encima de Venezuela que marcó 4,2% y muy por encima del resto de los países latinoamericanos (que arrojaron un IPC que va desde 0,06% en Ecuador a 1,25% en Perú).

Sergio Massa asumió la cartera económica hace ocho meses y Argentina viene atravesando el quinto mes consecutivo de aumento de IPC. Y si medimos la inflación acumulada de la gestión Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner la cifra se eleva, hasta ahora, a 387%.

Tal vez por estos indicadores que preocupan mucho y nos complican tanto la vida cotidiana, el presidente Alberto Fernández inaugura una nueva terminal de partidas en el aeropuerto internacional de Ezeiza, pero nos pide que por favor viaje la menor cantidad de argentinos porque no nos están sobrando los dólares. Y tal vez estos indicadores que preocupan y nos complican tanto la vida cotidiana, responden a una negación a encarar la realidad, porque el gobernador de la PBA, Axel Kicillof nos gritaba hace escasos días en un acto en contra de la Corte Suprema de Justicia, que hay que romper con la proscripción de Cristina porque el pueblo la va a acompañar para que pueda volver a ejercer cargos, y Cristina no está proscripta y ya ejerce cargos, en rigor el más importante de todos, el de conducir el gobierno argentino hace tres años y cuatro meses. Si tal vez, como el mentor de la gran masa del pueblo pronunciaba, “la única verdad es la realidad”, el Frente de Todos no estaría en sintonía con la máxima panperonista.