En el cierre de una semana en la que hubo conversaciones, expresiones artísticas y otras instancias de visiblización de la violencia de género, el viernes se realizó el Segundo Encuentro «Género y Universidad». Confluyeron en el campus integrantes del Consejo regional de Planificación de la Educación Superior Centro de la Red Universitaria de Género (RUGE), por lo que hubo voces de las universidades nacionales de Río Cuarto, Rosario, Córdoba, Villa María, Entre Ríos, Rafaela, entre otras.

Pamela Weiss, de la Universidad Nacional del Litoral, valoró el encuentro por cuanto posibilita “evaluar, compartir objetivos y compartir el compañerismo”. Indicó a que en su casa de altos estudios “trabajamos en tres líneas: por medio de extensión, investigación y abordaje, contención y acompañamiento de víctimas”. Agregó que la violencia se advierte “entre pares”, como el caso del “noviazgo” y en relación entre distintos, “docentes y alumnos, sobre todo”, pero “esos casos son los menos”.

Dolores Juri, de la Universidad Nacional de Chilecito, consignó que “hace rato que ya nos adherimos a la ley Micaela”, que establece la capacitación obligatoria en la temática de género y violencia contra las mujeres para todas las personas que se desempeñen en la función pública en todos sus niveles y jerarquías en los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial de la Nación. Señaló que “estamos en proceso de armar el protocolo de lucha contra la violencia de género”, motivo por el cual “nos resulta útil saber qué se está trabajando en otras universidades”. Acotó que una de las dificultades centrales es que “hay ciertos problemas que no se visibilizan, que no se ven como tales”, lo que demora y complica su solución.

Las universidades también son lugares de violencia

Luciana Basso, de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER), estimó que la conformación de la red RUGE “es un paso muy importante para la prevención y el avance hacia universidades libre de violencia”. Sostuvo que “la violencia enferma e imposibilita cumplir derechos” y que frente a ella son útiles los protocolos, que en la UNER “está aprobado desde diciembre de 2017”. Claro que la existencia del protocolo no es una panacea ni resulta sencillo; “fue un trabajo muy arduo, difícil, porque a la universidad argentina le cuesta pensarse como productora de violencia”.

Analía Aucía, de la Universidad Nacional de Rosario, llamó a reflexionar acerca de “etnocentrismo y patriarcado”. Planteó que “las violencias se entroncan en situaciones históricas de relaciones desiguales de poder”, son estructurales, no coyunturales, y eso “opera para su invisibilización”.

Aseveró que existe “violencia física, material”, a la par de “la desigualdad salarial y de acceso a cargos de jerarquía para mujeres”, como ejemplo de lo cual señaló que “es menor la cantidad de mujeres en decanatos, rectorados”. Acotó que “los protocolos son buenos pero insuficientes, hay que desarrollar políticas para desarmar estructuras que llevan décadas, siglos y que por eso cuesta ver”.

Fuente: DirecciĂłn de Prensa y DifusiĂłn UNRC