Pablo Gustavo Díaz. Consultor en marketing político
Desde aquel lejano abril del 2020 en que el gobierno nacional registró los máximos niveles de apoyo y aprobación de gestión, su caída ha sido constante e indetenible. Claro está que la tendencia inicial la generó la rotura de las expectativas generadas en el esquema de diálogo y consenso político trasado al comienzo de la gestión producto de las erráticas decisiones gubernamentales. Primero al poner en agenda el tema Vicentín. Segundo en la extensión interminable de la cuarentena. Y tercero en el privilegio de la adquisición de la vacuna rusa Sputnik-V por sobre la norteamericana de Pfizer.
Pero la salida de la cuarentena reflotó en la sociedad aquel viejo problema apenas postergado por el miedo que provocó el Coronavirus, la inflación. Con lo que la caída de la imagen presidencial continuó su derrotero, ahora motivado en los problemas económicos, fundamentalmente la pérdida de poder adquisitivo de la gente.
Mediciones de opinión pública realizadas por nuestra consultora ubicaron desde inicios del año 2021 a la inflación al tope de la lista de mayores preocupaciones de la gente, seguida por la inseguridad, la corrupción, la pobreza y el desempleo. Esos son los verdaderos y grandes problemas que acosan a la sociedad.
Como en las mejores épocas macristas, el gobierno de Alberto Fernández dispuso una política de ajuste fiscal gradual con control de precios en góndola de los grandes supermercados. Política que, al igual que en el gobierno anterior y el anterior al anterior, y otros tantos anteriores en la historia, no logra mostrar su eficacia para resolver el problema.
La inflación vendría así a ser casi como el “dunga-dunga” del cuento de aquellos pobres aventureros atrapados por una tribu de caníbales, dónde el dilema que le presentan los aborígenes es “¿dunga-dunga o la muerte?”.
Mediciones de opinión pública de este primer semestre muestran que 2 de cada 3 argentinos consideran que el gobierno está llevando la economía del país en la dirección equivocada, exigiendo en un 70% un freno a la inflación mediante una política de shock. Vale decir “la muerte”. La gente ya está harta de esta lenta agonía.
“Ok!” responde el gobierno con este cambio de ministro de economía, “pero primero dunga-dunga”. Y así estamos, sufriendo una lenta, dolorosa e inevitable muerte.