Por Flavio E. Buchieri
Dr. en Economía. Profesor, investigador y consultor. Director Ejecutivo de «El Club de Negocios».
www.flaviobuchieri.com

La aprobación del acuerdo con el FMI en el Senado confirmó, en la semana que pasó, el enorme distanciamiento que hoy existe entre el Presidente y su mentora, la actual Vice-presidente. Y es tan evidente la crisis que embarga a la coalición gobernante que ya nadie hoy en día ni disimula las diferencias ni las oculta. Los medios de comunicación, en particular, los que se asocian ideológicamente y políticamente con el gobierno son el campo de batalla de estas diferencias. Basta ver sólo a C5N para tomar conciencia del grado de desgaste que hay en el seno del Frente de Todos.

El resultado obtenido en el Congreso hoy parece haber fortalecido al Presidente ya que el kirchnerismo no pudo obtener una performance de votos mayor que la registrada por lo que parece hoy muy acotado. Casi cercado por la realidad política, el juego de los gobernadores y la respuesta de la sociedad, que mayoritariamente –según varias encuestas- aprueban el acuerdo con el FMI. Es así como las cartas o las manifestaciones de apoyo a cada bando se suceden, en un intento por consolidar posiciones y persuadir al otro de que lo peor está por venir, como si sólo alentar el regreso del mal fuese a implicar la solución a las disputas que están sobre la mesa.

Hay, sin embargo, un trasfondo que es necesario contemplar porque, al fin y al cabo, estamos hablando de políticos que no sólo hacen política sino que también son premiados para ocupar cargos públicos sólo si consiguen los votos necesarios para ello. Este es el verdadero “partido” que se está jugando no sólo en el oficialismo sino también en la oposición. La elección del año que viene ya está en agenda de la clase política. Y la predicción de lo que va a pasar, ahora tras el acuerdo con el FMI, estimulan los movimientos de las fichas de cada jugador para tratar de “quedar bien parado” aún si el resultado que se obtenga no es el que se espera.

Veamos qué está pasando, a grandes rasgos, en las dos principales coaliciones políticas y electorales. Por un lado, en el oficialismo es clara la pérdida de votantes que el Frente de Todos está experimentando. La elección del año pasado vio cómo el mismo perdía votos que fueron a pasar, en gran medida, a la izquierda, que ha crecido enormemente a nivel nacional. Y lo mismo pasa en Juntos por el Cambio. La irrupción de José Luis Espert y Javier Milei le come votos a la coalición opositora “por derecha”.

Dado este panorama, ya muchos descuentan que el actual gobierno tiene “los días contados”. Cristina Fernández de Kirchner (CFK) es consciente, por experiencia propia, que si no se recupera el salario real (que depende de muchas variables pero, en particular, del nivel de inflación, de actividad económica, de las tarifas de servicios públicos y de la estabilidad y disponibilidad de dólares, entre los principales), el apoyo de los votantes que llevaron a Alberto Fernández al poder en el 2019 se diluirá. Y no sólo eso es una posibilidad. El impacto de una pérdida de las elecciones presidenciales del año que viene la obligarían a tener que jugar de nuevo como Senadora por la Provincia de Buenos Aires y/o hasta presentarse ella misma como candidata a Presidente según muchos especulan y/o sueñan. Ambas posibilidades pueden abortarse dependiendo de quiénes sean los candidatos de la oposición a nivel nacional como provincial. Está ya demostrado que no es terreno fácilmente controlable el de la Provincia de Buenos Aires con lo cual la salida del poder y la no asunción en otras posiciones expondrían a CFK a un riesgo judicial impredecible. Es por eso que CFK no mira sólo el presente sino también un futuro donde el principal factor de descontrol reina en su propio espacio político.

En ese marco, es claro que vamos hacia un contexto de grandes coaliciones donde el poder interno estará bastante repartido. Eso actúa como contrapeso y, por ende, disminuye las tendencias hacia el dominio total de la agrupación por parte de una sola fuerza política. En este marco, el mito que el peronismo era imbatible si todas sus facciones estaban unidas ha resultado ser intrascendente porque el votante ya no es más cautivo ni del clientelismo político ni de “votar a tal para que no asuma cual”.

En la oposición pasa lo mismo. La irrupción de Macri hablando de un eventual retorno al poder y la privatización de Aerolíneas Argentinas -entre otras, que debería sobrevenir tras un colapso de la economía, similar al que precedió a Carlos Menem en 1989 como él predice (¿y/o espera?)- es producto de la propia evolución del voto de centro-derecha. Macri necesita que la oposición no pierda posiciones si Espert y Milei siguen creciendo como lo evidencian desde Noviembre del año pasado. Es por eso que ya se está instalando la idea de un agudo proceso de reformas y hasta, eventualmente, impulsar la dolarización de la economía como instrumento de seducción a un electorado que valora la estabilidad y ciertas reglas de juego pro-mercado. Y no resulta extraño que el operativo de incorporación de Espert y Milei al espacio de Juntos por el Cambio sea ya no una especulación sino una operación abierta para consolidar el voto del sector.

La política está tan sobresaltada como el inacabable conflicto entre Rusia y Ucrania. Nos encaminamos a que el Board del FMI apruebe el acuerdo (lo es al momento de redactar esta columna que, se descuenta, así será) aunque ya luce, a las claras y con todas las alteraciones que se han sucedido en los últimos días tras el cambio en el contexto internacional, incumplible. ¿Qué esperamos? Pues revisiones trimestrales por parte de la entidad con pedidos de perdón (waiver) por los cambios acontecidos. Al fin y al cabo, Argentina nunca cumplió los acuerdos que firmó con el organismo. ¿Habría que prever otra cosa?. Ya estamos mirando para el futuro, sabiendo que puede ser una mera repetición del pasado.