Por Sandra Choroszczucha – Politóloga y Profesora de la UBA

En una entrevista reciente que realicé a Graciela Fernández Meijide, le pregunté como veía a la oposición en este esquema de polarización kircherista-mileista y como observaba al radicalismo en particular, ya que dicho partido debería ser la super oposición al gobierno libertario, no solamente porque su ideario y plataforma difieren en formas y contenidos con la fuerza libertaria, sino principalmente porque Milei así lo dispuso al elegir al partido centenario como blanco de enormes críticas y ninguneos desde que dio sus primeros pasos en el mundo de la política.

La respuesta de Meijide me sorprendió, porque me consta las coincidencias ideológicas que la acercan al radicalismo encolumnado detrás de Martín Lousteau. Su respuesta fue que si el radicalismo seguía bajo la conducción de Lousteau la división al interior de la UCR continuaría.

¿La figura de Lousteau en el partido centenario divide aguas?

Si es así, esto es un problema para el radicalismo y es un problema para la oposición entera a Milei, ya que, el radicalismo, aunque no sea considerado por numerosos periodistas que juegan a la grieta, conforma cuantitativamente una parte muy relevante de la oposición, y si una oposición con peso específico se encuentra fragmentada poco puede lograr para poner límites a un gobierno que presume de los excesos verbales, simbólicos e institucionales.

En una república deben convivir oficialismo y oposición, y la oposición debe ser capaz de exigir el rendimiento de cuenta al gobierno, y esto no estaría pasando. Muchos seguimos esperando que se esclarezca qué pasó con la difusión por parte del presidente Milei, de una criptomoneda que benefició con creces a ocho personas y perjudicó a cientos de personas que perdieron fortunas. Muchos seguimos esperando que el presidente explique y se disculpe por haber hecho una analogía entre los gays y los pedófilos en su último discurso en la cumbre de Davos.

Muchos seguimos esperando que se debata un presupuesto para el año en curso, porque no es correcto y es abusivo que un presidente maneje el dinero público como le plazca. Muchas situaciones suceden cuando un presidente gobierna, situaciones buenas y malas, y todas deben ser auditadas de modo constante. La falta de acceso a la información a partir de la gestión del presidente Milei también a muchos preocupa porque el trabajo periodístico también se encuentra limitado, y muchas situaciones que deben aclararse no se aclaran, porque falta información y faltan pruebas de carácter audiovisual.

El altercado entre Facundo Manes y Santiago Caputo, cuando este último parece haber increpado al senador de modo amenazante en un pasillo del Congreso, podría haberse conocido con mayor precisión si se hubiese permitido al periodismo realizar su labor como lo ha podido realizar en gobiernos anteriores democráticos, o el drama vivido en las afueras del Congreso por Pablo Grillo también develó la dificultada de reconstrucción por parte de los medios de reunir pruebas audiovisuales que pueden a comunicar y realizar con fluidez el trabajo de difusión de la información.

Volvamos entonces a la oposición, y al radicalismo en particular que hoy cuenta con 5 gobernadores provinciales, más de 500 intendentes, cientos de concejales, 34 diputados y 13 senadores nacionales. ¿Esta falta de simpatía que sienten muchos radicales y no radicales por Lousteau afecta de algún otro modo a la oposición en general? Sí, porque existe un escenario donde los anti Lousteau por default se enbanderan detrás de Rodrigo de Loredo, presidente del bloque radical en la cámara de Diputados, porque también hay polarización dentro del radicalismo y hoy de manera medio básica se dividen entre los que siguen a Lousteau y los que siguen a De Loredo. Y el problema es que, si los que no quieren a Lousteau se van detrás de De Loredo, entonces los que no quieren a Lousteau se embanderan detrás del oficialismo y por lo tanto, dejan de representar a la oposición.

Y esto ocurre porque De Loredo desde que se dispuso a ser el futuro gobernador de la provincia de Córdoba parece no dejar de hacer cálculos: en Córdoba Milei obtuvo un apoyo electoral fenomenal cuando logró llegar a la presidencia, y probablemente por esto, De Loredo alienta a apoyar todas las medidas del gobierno, lo hemos visto llorando porque Milei maltrata al radicalismo a pesar del apoyo de su bancada, pero llanto va llanto viene, De Loredo apoya todas las iniciativas y decretos del presidente Milei, medidas y decretos que se oponen con oscuridad al ideario radical.

Escrito esto, y bajo la hipótesis de que Lousteau tiene las mejores intenciones para que el partido radical gane musculatura y no se alinee, como alienta De Loredo, detrás de un gobierno que representa valores político-institucionales diametralmente opuestos a los del radicalismo, ¿debería Lousteau dar lugar a que el liderazgo lo ejerza otro dirigente político de su espacio, un dirigente político que no divida aguas radicales (y no radicales) y ayude a empoderar no solo al partido sino a toda la oposición?

La respuesta no me corresponde, la pregunta queda expuesta.