“Todos tenemos un plan hasta que nos pegan una trompada en la boca”, supo decir el campeón de peso pesado Mike Tyson, parafraseando al legendario campeón de los pesos pesados entre 1937 y 1949, Joe Louis.
El gobierno nacional tenía un plan basado en la retórica de antagonizar con el pasado gobierno macrista, justificando los problemas actuales en la pandemia y sobrevalorando el plan de vacunación contra el Covid-19.
Un plan falaz elaborado en la percepción de sus autores y que en nada representaba las necesidades y problemáticas ciudadanas. Lo alertamos con sobrada anticipación desde esta columna donde enumerábamos mes tras mes los errores del gobierno que sustentaban el creciente enojo de los electores.
La trompada social le entró de lleno en la cara. Y luego de sobrepasado el shock inicial se intenta sobreponer generando algunos cambios de nombres en el gabinete ministerial e implementando algunas políticas activas y de paliativo económico.
Difícil poder revertir en la elección general de noviembre el resultado que las urnas mostraron en las PASO de septiembre.
Las expectativas puestas por algunos dirigentes oficialistas y comunicadores afines, en revertir el resultado apelando al voto ausente o al voto de izquierda sin representación -porque sus listas no alcanzaron el mínimo 1,5%-, también es falaz o al menos exagerada.
Con mucha suerte podrán achicar a la mitad la diferencia y mantener, al menos al límite justo, el quorum propio en el Senado. La primera minoría en Diputados, según las encuestas de hoy, la tienen perdida.
La ciudadanía no está pidiendo un plan electoral. Está exigiendo un cambio de rotundo de rumbo. Un freno a la inflación. Un aumento del poder adquisitivo. Una disminución rotunda de la pobreza y un horizonte futuro que aporte alguna certeza.
El gobierno debiera saber interpretarlo.