En la Región Pampeana es cada vez más común encontrarse con plantaciones de camelina, un cultivo que se consolida como proveedor de servicios ecosistémicos esenciales, además de ofrecer una renta adicional.

Camelina sativa es un cultivo de servicio y de renta que está ganando relevancia en la Región Pampeana. Su ciclo es muy corto, cubre rápido el suelo en invierno y sus granos se cosechan para producir biocombustibles. Un estudio académico mostró que compite con las malezas mejor que otros cultivos, que resiste bien el frío, las plagas y las enfermedades, y que mejora la ‘salud’ del suelo, haciéndolo menos denso y más poroso. Lo destacan para hacer más sostenibles las rotaciones agrícolas.

“Camelina es un cultivo cada vez más frecuente en las rotaciones de la Región Pampeana, ya que resiste bien el frío y su ciclo de crecimiento es muy corto. Es ideal para reemplazar los barbechos cortos —o sea, los períodos sin cultivos— porque además de cubrir el suelo, el aceite de sus granos sirve para elaborar biocombustible y ofrece una renta adicional”, dijo a SLT Daniela Becheran, docente de Cultivos Industriales en la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA).

En el marco de un convenio entre la FAUBA y Chacraservicios, Daniela lideró ensayos con el Profesor Daniel Miralles (FAUBA). “Mientras que cultivos como la colza murieron con las heladas, la camelina resistió temperaturas bajo cero”, destacó Becheran. Y agregó que el cultivo mostró una tolerancia notable al ataque de plagas y enfermedades, lo que reduciría la necesidad de aplicar agroquímicos y simplificaría el manejo.

Mejorando la calidad del suelo
Por su parte, Agustina Nocerez, docente de Fertilidad de Suelos y Fertilización en la FAUBA, se enfocó en el impacto positivo del cultivo en la calidad física del suelo en Coronel Pringles, en el sudoeste bonaerense. “En contraste con un barbecho tradicional, la camelina redujo un 10% la densidad del suelo; es decir, hizo que el suelo fuera más suelto”, señaló.

“Eso es fundamental para que las semillas del cultivo siguiente puedan germinar y emerger sin problemas. Además, sus raíces disminuyeron el número de agregados —o ‘terrones’— mayores a 10 cm de diámetro y aumentaron el de 5 a 10 cm. En pocos meses, este cambio favoreció la estructura del suelo, ya que lo hizo más poroso”, afirmó.

“Al aumentar el volumen total de poros, el suelo se mantuvo más aireado y, a su vez, la velocidad de infiltración de agua creció un 200%. Estando más oxigenado y húmedo, la camelina pudo captar más agua y mejorar su rendimiento”. Estos resultados están publicados en las actas de la Asociación Argentina de la Ciencia del Suelo.

Biocombustible sustentable
Además de sus beneficios agronómicos, las semillas de camelina tienen una gran capacidad para producir aceite. Según Becheran, “hasta un 40% del peso de sus granos es aceite. Es un insumo excelente para cortar biocombustibles”.

Y agregó: “Como se cultiva en lotes sin deforestar y sin desplazar a cultivos para alimentación humana —como el trigo o la cebada— se puede certificar como materia prima sostenible, clave para reducir la huella de carbono de la industria energética”.

Un cultivo en expansión
Desde el punto de vista económico, Agustina Nocerez hizo hincapié en el potencial de la camelina: “Si el productor logra certificar buenas prácticas agrícolas —BPA— puede obtener un precio aun mayor por su cosecha. Es más, como no está sujeta a retenciones, deja un margen superior al de la soja”.

Para cerrar, Daniela puntualizó que, además de rentable, también es sustentable. “La camelina permite reducir la huella de carbono de todo el ciclo productivo. En un contexto global que demanda más sostenibilidad y eficiencia energética, es una ventaja competitiva enorme para la Argentina”.