Por Gustavo Román. Director La Ribera Multimedio
Cuando Adriana Nazario decidió romper los vínculos con el oficialismo riocuartense, terminó de concretar uno de los errores políticos de mayor envergadura de los últimos 20 años. ¿Se equivocó o esa decisión forma parte de una estrategia aún más perversa? Si cuando habla señala que el peronismo está del otro lado, ¿ella de qué lado está en verdad?.
Es evidente que del lado del peronismo que la hizo diputada nacional, no. Es seguro que del lado del peronismo que la cobijó en la gestión municipal de comienzos de siglo, tampoco. Y mucho menos del lado del peronismo que la hizo ministra de producción de la provincia. Entonces, ¿de qué lado está Adriana Nazario?
La candidata a intendente por La Fuerza del Imperio, lo que realmente forzó fue la ruptura de un oficialismo que gobierna la ciudad, en virtud de buscar un proyecto personalista, sectario y cerrado. Cerrado a los acuerdos, al diálogo y a la construcción generosa de una propuesta política que les brinde a los riocuartenses una certeza de proyecto superador. Adriana Nazario atrasa en la política, propone un retroceso en cada propuesta, cuenta una historia ajena a los habitantes de esta ciudad.
Se refugia en una labor que impulsó en otro territorio cordobés, de la mano de la gestión provincial (peronista), donde desarrolló programas financiados por la provincia y donde nos cuenta que hizo maravillas. Pero no tiene nada para contar a los riocuartenses de su paso por la gestión pública provincial. Sin embargo, en la ciudad hay muchos empresarios que sí la recuerdan por los compromisos que nunca honró en beneficio de emprendimientos locales.
El uso que hace de la figura de Jose Manuel de La Sota es de mal gusto, porque bien sabemos todos que con su presencia, ella nunca hubiera generado una ruptura con el gobierno. De La Sota tejía puentes, acuerdos y alianzas. Siempre tuvo claro que el camino era la unidad, primero siempre estuvo el proyecto político y después las aspiraciones personales.
Adriana Nazario nunca quiso acordar un proyecto de ciudad ni con el gobierno municipal, y tampoco con el gobierno provincial. Aun cuando desde esos ámbitos se tejieron todos los puentes para encontrar una síntesis en la unidad. Sin embargo, siempre se negó a esos diálogos. Y esto debe señalarse claramente.
Hay que decirlo con todas las letras. Nazario no dialoga, impone. Y si los demás no se someten a sus aspiraciones, a sus deseos y sus objetivos, rompe. Así lo hizo en reiteradas oportunidades, y ésta es la más evidente.
Está claro que no propone un proyecto de ciudad con una revolución de ideas innovadoras, tampoco impulsa cambios estructurales en el funcionamiento del sistema municipal. Se repite en eslóganes de escaso contenido intelectual y técnico. No presenta ante la sociedad una nómina de candidatos que sorprenda y mucho menos, que representen un modelo de ciudad que sea disruptivo. Se repite con figuras y nombres que mayoritariamente pasaron por la vida política del gobierno actual y que en ningún caso, descollaron por capacidad ni eficiencia.
Nazario no puede explicar con argumentos válidos, porque es candidata a intendente. Su campaña es deslucida, con escaso vuelo y poder de sorpresa, sus mensajes son aburridos y de poca creatividad. No le llega a los jóvenes, que son una presa electoral indispensable en esta elección, ya que representan una masa de votantes muy alta, y no encuentran en su figura una síntesis de sus expectativas.
Tampoco logra consolidar un apoyo palpable en el tejido institucional de la ciudad, que tiene casi un millar de entidades que lo componen. En el territorio, en la base electoral de los sectores más vulnerables, su atractivo es casi nulo. No puede competir con expectativas genuinas, porque nunca construyó una alianza con esos sectores, como sí lo hizo en el noroeste de la provincia. Quizá allí sí cuente con el apoyo de los beneficiados con su trabajo. En Río Cuarto nunca se ocupó de los sectores más humildes, ni antes ni ahora.
Si hay que explicar porque rompe, porque se ubica en un territorio alejado al espacio que le brindó cobijo, experiencia y representación, es porque sus decisiones no son las más acertadas. Si se fue y milita en contra del peronismo, de la coalición del oficialismo municipal y provincial, es porque está traicionando a ese espacio político.
Las traiciones no necesitan de justificativos ni de explicaciones. Cuando se ejecutan, no queda mucho por analizar. Y eso es lo que promovió Adriana Nazario y su espacio político, una traición política que puede costarle al gobierno una derrota electoral.